Se pierden cada año 1.300 millones de toneladas de comida, suficientes para alimentar a 2.000 millones de personas en el mundo
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Además de los daños que ha causado en lo cotidiano la pandemia, ha dejado a la vista la necesidad de acometer cambios con urgencia incluyendo las pérdidas y desperdicios alimentarios.
Aunque las interrupciones en la cadena de suministro de alimentos son, por ahora, relativamente pequeñas en su totalidad, las medidas adoptadas por los Estados para evitar la propagación del coronavirus han generado obstáculos propios de épocas lejanas: desde el cultivo y la recolección, pasando por el transporte y el almacenamiento, hasta llegar al consumo.
La pandemia nos ha enseñado que, en situaciones de crisis no solo es fundamental asegurar el flujo de alimentos no perecederos, sino también la conexión entre consumidores y productores
La limitación a la circulación (cierre de carreteras y fronteras, y demoras por controles obligatorios) impiden o retrasan el transporte y la distribución de mercancías, resultando en productos agrícolas que se estropean o no se venden por su baja calidad. Las alteraciones en la demanda disminuyen los ingresos de los productores, especialmente de los pequeños agricultores o de aquellos que viven en zonas rurales remotas.
En el lado de los consumidores, las familias de menor nivel adquisitivo encuentran todavía más costoso el acceso a los alimentos frescos y más perecederos, como frutas o pescado (con el subsiguiente deterioro de su dieta y coste de salud a largo plazo).
Durante la pandemia, el acceso a alimentos no solo es un problema para los más pobres, sino en muchos casos también para las personas de mayores recursos que tradicionalmente han podido permitirse productos frescos de alto valor nutritivo y dietas saludables. Entre ellos, población de riesgo, o gente mayor o con enfermedades crónicas, quienes tienen que permanecer aisladas en el hogar.
La pandemia nos ha enseñado que, en situaciones de crisis no solo es fundamental asegurar el flujo de alimentos no perecederos, sino también la conexión entre consumidores y productores. Esto facilita el acceso a alimentos frescos y dietas saludables para todos, así como a mantener la demanda y sostener la producción local, combatiendo a su vez la pérdida y el desperdicio de alimentos. A la fecha, hemos sido testigos de la rápida puesta en marcha de iniciativas encaminadas a enfrentar estos desafíos.
La Cumbre sobre los Sistemas Alimentarios 2021, convocada por el Secretario General de las Naciones Unidas, será una gran oportunidad para repensar cómo mejorar el acceso a dietas saludables y los ingresos de pequeños productores, así como reducir las pérdidas y desperdicios.
Lea el informe completo en el pais.com /Juan Carlos García y Cebolla es líder del Equipo de Derecho a la Alimentación de la FAO.