Algunos comentarios sobre el proceso; otros sobre el presente y el futuro de Colombia.
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A las manifestaciones de apoyo de dignatarios: al presidente Donald Trump y al vicepresidente Mike Pence de los Estados Unidos, país que tanto ha ayudado a Colombia y a mi persona; a los expresidentes José María Aznar, campeón en la lucha contra el terrorismo y Andrés Pastrana, quien con el expresidente Bill Clinton, concibió el Plan Colombia, herramienta tan útil para el magnífico apoyo que recibimos del expresidente George W. Bush, que el expresidente Obama mantuvo hasta 2010; a los expresidentes de América Latina reunidos en el grupo IDEA.
Sobre el proceso:
Mi familia y yo hemos sido objeto del mayor escrutinio periodístico, político y judicial. Varios compañeros y colaboradores han sufrido la más temible persecución. Ha parecido normal que se sobornen testigos para acusarnos, y anormal mi defensa vertical y en el marco de la ley.
Estoy en un proceso que empezó secretamente, en plena campaña electoral. Interceptaron ilegalmente 22 mil comunicaciones de mi celular. No existe una sola palabra mía que viole el Código Penal. Basta adentrarse en el expediente que periodistas, gracias a sus libertades, han publicado en su completa extensión.
El senador que me acusa visitó durante 11 veces a ese testigo y ha donado grandes sumas de dinero a una ONG política. Esta organización ha pagado dinero a la familia del testigo.
El senador que me acusa, supuesta víctima, ha sido constante visitante de cárceles en el país y en el extranjero para ofrecer beneficios a cambio de lograr declaraciones en contra de mi familia y de mi persona.
Consideraron mi temperamento para encarcelarme. Claro, mi temperamento controversial, altivo, con el cual he trabajado por Colombia, con amor.
Sobre el presente y el futuro de Colombia.
He meditado mucho sobre las consecuencias del sistema judicial que heredamos del gobierno anterior. Ese conjunto normativo vinculado a la JEP, consagró impunidad total a atrocidades como el secuestro y violación de menores. La verdad se ha convertido en una premeditación para negar o editar los hechos de acuerdo con el interés político.
Las víctimas siguen burladas y parece que su único camino sea mendigar unos recursos del Estado.
Debemos insistir en la derogatoria de la JEP y en la reforma de los acuerdos de La Habana, salvando el respeto y apoyo a los reinsertados de buena fe.
Sin estas reformas será más difícil lograr acuerdos con otras agrupaciones criminales como el ELN.
La derrota de la impunidad y del narcoterrorismo, que son parteras de violencias que nos afectan, también constituye premisa para una mayor eficacia del principio de Seguridad con Legalidad, que guía al presidente Duque.
No podemos permitir que el narco terrorismo y el proyecto socialista anulen las capacidades colombianas.
Con ejemplar dedicación presidencial, durante la pandemia, nuestro sistema de salud se ha dotado mejor y los actores han respondido con mayor presteza en la prevención y atención a los ciudadanos.
La reducción razonable de los impuestos y la confianza mostraron una gran recuperación económica hasta marzo. Esperamos que con el mismo tino conductor se pueda recuperar la caída por la pandemia.
Insistiremos, a través de los compañeros del Centro Democrático y de otros partidos, en puntos de agenda legislativa que incluyen la reducción de la jornada de trabajo y el bono solidario para los niños de hogares de menores ingresos.
Pensemos además en un Referendo que disminuya el Congreso y la burocracia, adopte una norma vértice para la cúpula de la justicia, garantice ingreso solidario a los más pobres, y confirme el decomiso de la droga sin criminalizar al consumidor. Que derogue la JEP y confiera garantías a los integrantes de las Fuerzas Armadas, también a los desmovilizados de buena fe.
Avancemos en iniciativas de progreso social y económico que sean la alternativa al riesgo socialista, que pretende replicar el fracaso de Venezuela y Nicaragua y que tiende mantos de incertidumbre sobre otros países de la región.
Mantendré la lucha por mi honorabilidad. Mi carrera electoral ha sido de disciplina, trabajo, diálogo popular, austeridad. Empezó de niño, de la mano de mi madre, con un superior ejemplo de amor a Colombia.
Mi vida pública ha generado mucha controversia pero carezco de voluntad para dejar de pensar en Colombia. No puedo renunciar a advertir las amenazas que nos asechan.
Se que no tengo cupo en el tren del apaciguamiento, donde por evitar las dificultades de la lucha y congraciarse con el tigre, se termina en sus fauces.
Soy sobreviviente por la protección de Dios, de la Santísima Virgen y de los soldados y policías de Colombia. Razón poderosa para sentir que el reposo y la resignación no hacen parte de mis opciones.