El presidente turco Recep Tayyip Erdogan se ha promocionado como ninguno en medio de la guerra entre Rusia y Ucrania. Es amigo de ambos bandos y con habilidad está acomodado en la OTAN, sin sancionar a Rusia e impidiendo el ingreso de Suecia y Finlandia dos de las más claras democracias del mundo.
Más allá de los principios democráticos por los que tanto propende occidente, a Turquía se le han permitido todo tipo de violaciones. Erdogan es anfitrión a gusto de lideres del mundo incluido el secretario general de la ONU lo que ha aumentado su credibilidad internacional desestimando su autoritarismo que ha cedido todos los avances de democratización de comienzo de su gobierno.
¿Qué hace que el líder se sienta cada vez más poderoso? Sin duda su gran capacidad de intervenir tanto en la clase política de su país como en el extranjero. Ha logrado minimizar las constantes denuncias de violaciones masivas y sistemáticas de derechos humanos contra disidentes políticos, especialmente kurdos y miembros del Movimiento Gülen. Denuncias diarias de crímenes de lesa humanidad que se suceden a diario y occidente ha callado por años. No ha encontrado un medio para frenarlo, realmente ¿lo habrá intentado?, ¿Quién quiere sostenerlo? No hay un solo desacuerdo a lo largo de los años en los que EE. UU., la UE o la OTAN expongan el engaño, el presidente turco ha manejado como pocos el arte de la polarización
Erdogan en medio de la crisis rusa con la OTAN, ha seguido desarrollando lazos más profundos con Putin y tal vez incluso actúa como un “caballo de Troya” dentro de la OTAN.