Sólo basta levantar la mirada al horizonte para entender la dimensión divina de la naturaleza… que aquí tiene la fragancia del café orgánico.
Las viajeras nubes van más rápido, buscan refugio en la ondula cordillera, haciendo la enormidad perpetua.
La extraña condición de un exuberante clima soleado con ráfagas de vientos fríos, remezones frecuentes en las entrañas terrenas y un silencio insondable… así empezó todo.
¿Cómo relatar lo inconocible del mundo? y ¿Cómo saber a qué suena el silencio si no lo has escuchado? Absorto desde el amanecer y hasta el atardecer en desemejante composición, la seducción es total…
El majestuoso cañón del Chicamocha, agreste y rocoso circunda haciendo farallones y laderas. Mantos sucesivos que cuentan la historia de la evolución terráquea. En lo alto el sitio de La mesa de los Santos «Meseta de Jéridas (Xerira o Jérira), primitivamente habitada por aborígenes de la cultura Guane, esta rodeada por riscos casi verticales que enmarcan el retorcido rio en su profundidad de kilómetro.
Visitantes a millares vienen y van, son tan efímeros, pero no su experiencia y su recuerdo. Se llevan apenas un “pellizco” de esta inmensidad, no basta el tiempo que consideres permanecer, siempre necesitaras más.
Encontramos con Bernardo Solano, profesional fotógrafo con quien compartimos experiencias de Safari fotográfico hace una década, sus impecables trabajos componen infinitas maneras de entender la belleza que le fijaron aquí como a muchos que ahora no pretendemos salir.
Cuando te hablan con amabilidad enfatizada y golpeada es que todo está bien y a gusto de servir en sencillos restaurantes que excitan con olores y sabores, y las hormigas “culonas” son un manjar. El café orgánico de la hacienda Los Robles oferta variedad y reconocimientos, su “joya” el tipo “ Umpala”, que significa “lugar a donde sólo llegan los dioses”, claro que estuvimos allí, saboreando esa taza que alcanza los $140 mil por libra.
Los caminos como el paisaje inagotable serpentean firmes desde tiempos en que la vía a Bucaramanga era un camino real que recorría desde la cresta de la cordillera en San Gil hasta las profundidades del cañón en Jordán Sube, atravesar el puente de Sube – testigo de trágicos y violentos encuentros partidistas a comienzos del siglo XX y ascender en algo más de tres horas. Aún los campesinos suben a diario hasta el municipio de Los Santos, en La Mesa, llevando la riqueza agrícola de sus inclinadas parcelas.
En 1990 en Jordán Sube, sólo habitaban 16 personas, taciturnos casi mudos, casas en ruinas, abandono del Estado y huida de la miseria que dejó la ausencia de quienes impulsaron la mayor industria tabacalera del país. Hoy la ocupación de la ocupación de La Mesa hizo retornar la vida y la esperanza, ya no existen casas de cinco mil pesos como hace 30 años.
Sobre la mesa son 1800 mts SNM, el clima quema y penetra el alma. Una nueva condición de vida está aquí, se naufraga en el sosiego… el mercado campesino aglutina emociones y necesidades colmadas, la estación del parque nacional Panachi reabre el teleférico que se pierde en la travesía de la inmensidad, baja y sube ahora como siempre sin parar trasladando asombrados visitantes …queda tanto por decir.
Volver siempre y quizás por siempre, desde allí trabajamos varias semanas sin ninguna dificultad, con ganancia de vida, nuestro compromiso de servicio empresarial, universitario y comunicativo con el mundo creció y una visión diferente amplió las posibilidades de un momento en la historia que nos ha tocado, difícil pero no insalvable.