CAVILANDO
- Esta columna fue publicado originalmente en laprensa7dias.com en marzo 20 de 2019.
Volver, y es quizás apenas la mitad del camino, un camino aún erróneo porque el imaginario de futuro no es exacto.
ERNESTO CABRERA TEJADA
El límite del saber a futuro consagrado a videntes y espiritistas lo asumo y me aproxima mientras sueño caminando mi perro por la ciudad. Una ciudad extinta, vacía e inoculada por el silencio pandémico que asusta y se inserta en la memoria de todos, pero aterroriza más el no saber de mañana.
Controlar la mente es como tratar de parar el viento, la huella se profundiza cada vez más mientras al otro lado de la calle alguien levanta la mano y me saluda, aligero el paso porque percibo que aún está demasiado cerca.
Del ayer que todo se sabía al mañana dudoso se hace espeluznante. Recordé que de niño quería crecer rápido para no sentir miedo. Entonces mi padre me dijo “al miedo debes tomarlo de la mano y llevarlo, no dejes que te lleve” Pero era el miedo mío, ahora es el miedo de todos. Entonces cavilo, todo no va a estar bien, todo no va a estar mal, simplemente todo va a estar ahí, y con los derechos y deberes de todos sin confundir la inocencia con la insensatez.
Todos queremos salir más, caminar más, volver a buscar lo que vamos a encontrar y es sólo el paso de los días el que nos va a evidenciar las dimensiones del retorno de la tranquilidad. Estamos aprendiendo tantas cosas, y vamos a aprender ahora más del confinamiento del teletrabajo, de la convivencia en familia, de la solidaridad, del respeto por la humanidad y por la naturaleza que reclama sus históricos y destrozados estadios.
Hoy siento más espasmos de empatía, aunque nacemos individuales tenemos tendencias a estar en un entorno social rodeado por personas porque así es como hemos aprendido a vivir y sobrevivir. Estamos volviendo a la ciudad por una nueva oportunidad de vida después de romper los sentimientos antisociales que por el indistinto horario provocaron desorden y hasta el mismo insomnio colectivo que García Márquez estimó en Macondo.
Se me ocurre una gran paradoja; después de siglos de la humanidad, “nos comunicamos en el encierro”, algo impensable antes, hoy, es posible por la tecnología, culpada a menudo de abrazar e insensibilizar.
Ayer ya paso, hoy es mañana y mañana no sabemos, por ahora va a dejar de ser un sueño pasear el perro y saludar a los vecinos con mayor dignidad y alivio, sin pensar que todavía se están acercando demasiado.
Mañana aprenderemos a estar mejor, con lo suficiente para enfrentar el destino como personas y como reitera el señor Lino en el corto metraje mexicano “Almacenados” “vinimos a lo que vinimos y vamos a lo que vamos”.