Hemos pasado una semana entre la euforia y el pesar.
La euforia de quienes desconocen el terror del sometimiento y la violencia, porque no lo vivieron o simplemente lo quieren invisibilizar y el pesar de quienes ven golpeado el Estado de Derecho que nos asiste.
Las oscuras fuerzas del poder político y la narco guerrilla desmembraron la sociedad, la dividieron, lo extremaron y finalmente alcanzaron un golpe de opinión muy fuerte pero no definitivo.
Mientras el país se enfrenta en conceptos y opiniones baladíes ¿por qué en sí mismas no producen nada diferente a las pasiones y el odio, esas fuerzas oscuras que ahora todos reconocemos sacan su mejor partida.
Lamentable e inaceptable que una Corte de Justicia juzgue con diferentes raceros los actos delictivos de quienes se disputan el poder con infames acciones que conducen a violentas diferencias que atizan el fuego de confrontaciones permanentes entre la extremada sociedad.
¿Por qué actos de evidente violación social tienen actores con diferente destino? ¿Por qué si el expresidente Álvaro Uribe va preso por presuntos delitos, reconocidos terroristas permanecen en libertad y ascienden en el congreso como grandes líderes políticos?
Si bien pueden ser situaciones muy distintas y si el expresidente tiene tantos delitos acumulados como denuncias ¿por qué exguerrilleros y ex políticos igualmente señalados y denunciados permanecen en libertad?
¿Qué existe detrás de una justicia que acosada, acusada y pervertida desde las épocas del ex magistrado y ex candidato a presidencia Carlos Gaviria en conjunto con otros no menos importantes juristas permearon el asomo político y determinaron la verificable realidad?
Al país le venden actos de permanente coalición y traición cuando sobre esas figuras se comporta la política y sus actores en una normal trayectoria que vuelca a sus fines de poder.
La política es así, se vive de ella o para ella, la justicia no, la justicia esta consagrada en las leyes en la constitución, es una virtud que debe estar en práctica permanente y de manera coherente y por tanto un bien social.
A la luz de unos y otros la justicia ha obrado en el caso del expresidente Uribe, respetable. Pero igualmente debe ser respetable en los casos de todos aquellos que nos han violentado como sociedad y siguen su curso escudados en el asunto político que de ninguna manera excluye la justicia.
Mientras entendemos mejor el zaperoco de la justicia politizada. Sigamos en la búsqueda de nuestra propia voluntad, sin que otros decidan sobre nuestros deberes y podamos exigir sobre nuestros derechos.