¿Solo en casa o sólo en casa? cada vez las emociones son distintas, pero igual van a ser mortificantes y expresivas en torno al fútbol. Desde el torneo más relevante al más deplorable, siempre habrá seguidores dispuesto a ir al estadio pese a que ahora la TV nos lleva la cancha a casa, los buenos momentos de honrar al ganador no se pierden.
Los años sesenta avanzaron la posibilidad mediática – audiovisual de seguir al preferido equipo con sus estrellas desde la gradería del estadio o fuera de él. En realidad, ahora la cuestión es ir o no ir al estadio, para algunos el mundo es redondo y lo mismo da.
El estadio cerraba las tienditas de barrio que ponían un letrero burdo “cerrado por el partido de futbol” y los ahorros del recreo de los escolares terminaban en las arcas del equipo compitiendo seriamente con la matiné
Para quien escribe resulta inigualable estar en el estadio, incluso con las condiciones a plena comodidad, compañía seleccionada y alargue prolongado que ofrece el placer y la seguridad de la casa, pero ir al estadio constituye una experiencia dominante de vida que recompensa los inesperados calvarios de una semana.
Por generaciones los futbolísimos quisimos estar en la gradería a centímetros de los ídolos, sentir el chutado balón, el aroma de gol, la rebeldía del poste, el silbido del árbitro y la infatigable verborrea de los 22 protagonistas en medio de hinchas apenas se soportaban ante la desilusión o el jolgorio.
El fútbol es un tónico para emancipar a los insoportables, es como una de esas religiones en donde se permite casi todo, incluso la falta de humildad. Para ser un buen jugador “hay que creérselo” y compararse con las estrellas será el mejor augurio, ¿Quién quiere comparase con los malos?, peor aún creérselo. Después del estadio le das gusto a los que hablan de humildad y esas cosas que no caben en una cancha.
El fútbol que es sinónimo de domingo, es una solución simple a lo complejo, es la compensación predestinada al fastidio y al cansancio de la cotidianeidad. No muchos se interesan por lo que sucede más allá de la cancha y que aborda con particular preferencia el negocio y las apuestas. Parece injusto que el fútbol que depende de la afición, deje a esta por fuera de cualquier decisión.
El balón rueda y lo demás se hace banal, se aman los estadios cuando no están vacíos, fastidian los fanáticos y por ello muchos se quedan en casa sin perder las emociones que se vuelcan en un frenético desahogo de pasiones y dolores que arrastran sin importar las veces que dijimos no queriendo decir si, las veces que presentimos el principio del fin, que barbaridad, las debilidades son más fuertes que el yo.
En casa con un amigo no de fútbol, por accidente para él, no para mi, frente al TV no paraba de hablar mientras yo insistía en “concentrarme” en el juego, no es que a mí me importe que a él no le importe, es que creía que no era posible que existiera alguien que no le importara. Ya era la época de la diversidad, el mundo era diferente para cada uno nada más. Me quedo en casa, pero preferiría siempre ir al estadio.