El salario de 32 millones de un congresista. Apenas para los dulces
Por Nelson Rojas Osorio*
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A menudo los colombianos nos enfrascamos en unas polémicas medio absurdas, oxigenadas y mediatizadas, por las nuevas formas de los ‘mass medias’ (comunicación de masas) y propulsadas con gasolina de avión por las redes sociales.
Miles de colombianos, sueñan, pelean, discuten, solicitan, reclaman y argumentan, que es una injusticia de altas proporciones que los congresistas colombianos (Representantes a la Cámara y Senadores); se ganen por su trabajo en el Congreso un poco más de 32 millones de pesos.
Es cierto que en medio de un sistema laboral medio bajo per cápita; donde el desempleo campea y donde tener un salario decente es una suerte de privilegio; reparar que un legislador colombiano se gana esa millonada, es un debate que tenemos que observar con una óptica más aterrizada.
Primero que todo, claro es que, si alguien compara su sueldo como profesional en un área, con el salario de los senadores, pues entra en depresión por cuanto, una paga mensual de ellos, es lo que se ganaría en un año; promediando las profesiones y un poco más de dos años para quienes ganan el salario mínimo.
Si quisiéramos ser más profundos tendríamos que irnos a las bases y fundamentos del nacimiento de las democracias donde por allá alrededor de 500 a.C, cuando en las polis (ciudades griegas) un gobernante de Atenas de nombre Clístenes, dio forma a las asambleas del pueblo y los cargos del gobierno eran ocupados alternadamente por todos los ciudadanos.
Esta circunstancia resultó muy mala experiencia por cuanto la pluralidad participativa no dio resultados efectivos para las necesidades comunitarias (las familias gobernantes cayeron ante actos de corrupción) y sumado a eso las Guerras del Peloponeso acabaron con esa insinuante forma de Gobierno.
De Sócrates a Platón y demás filosofías y formas de Gobierno establecidas desde la obra de La República; las democracias fueron adaptándose a través de los siglos, bajo el sistema de representación, donde el pueblo elige a quienes los representan, ante las esferas gubernamentales y a través de la participación del co-gobierno.
Todo el anterior carretazo histórico para establecer que hacemos parte de una democracia donde así funciona nuestro Estado colombiano. Elegimos gobernantes y legisladores, para que trabajen por la sociedad comunal que les elije.
¿Que se ganan 32 millones de pesos? Siento desilusionarlos, pero esos 32 millones son para la mayoría de ellos, una platica para los dulces. Esa es la paga por lograr la curul, pero para que un colombiano puede acceder a un cupo en la cámara alta, primero debe mostrar una buena chequera, bien robusta de donde puedan gastar miles de millones de pesos que pueden ser entre los tres mil o cuatro mil millones; hasta los 15 mil millones de pesos.
Entonces la pregunta mecánica es: ¿Qué es lo importante?, ¿que esos dirigentes elegidos se ganen un salario alto por cuanto tienen la representación de 50 millones de personas?; o qué hagan un buen trabajo en respuesta a que les otorgamos esa confianza para que legislen en favor de sus comunidades.
Y así es, esos Senadores o Representantes a la Cámara que criticamos tanto, lo representan a usted amigo lector. También a mí. Y a todos, porque nosotros los elegimos en las urnas. Y representan aún más a quienes no votan.
¿Que se ganan 32 millones de pesos? Siento desilusionarlos, pero esos 32 millones son para la mayoría de ellos, una platica para los dulces. Esa es la paga por lograr la curul, pero para que un colombiano puede acceder a un cupo en la cámara alta, primero debe mostrar una buena chequera, bien robusta de donde puedan gastar miles de millones de pesos que pueden ser entre los tres mil o cuatro mil millones; hasta los 15 mil millones de pesos.
Claro que hay algunas excepciones. Circunscripciones especiales, amigos personales de Álvaro Uribe que llegan por ley de arrastre, u otros que por la fama lograda en otros ámbitos les alcanza para lograr en las urnas una representación congregacional.
Un congresista en Colombia, en su mayoría (repito que existen excepciones), es un terrateniente, es un comerciante a gran escala, un importador, un industrial, un empresario; banquero, dueño de finca raíz, socio o dueño de grandes constructoras. Si no lo son directamente ellos, lo son su papá, su madre, su hermano, el tío, su familia, su esposa o esposo.
No puedo dejar de lado a quienes, coptan el Estado por sus relaciones a través de mafiosos, exguerrilleros de las Farc o grandes empresas de papel dedicadas a la corrupción.
También un buen número de ellos son gamonales políticos que han vivido por años de poner alcaldes, gobernadores, cargos de mediana y alta gerencia en entidades regionales y nacionales y desde donde han desangrado el erario público para beneficio personal, familiar y electorero. La política colombiana y regional está minada de estos casos.
En fin…
Y no hablemos de los delfines, que han vivido del Estado desde tiempos de nuestra ‘Patria Boba’.
La mayoría de congresistas de nuestro país no dividen su sueldo para sobrevivir como lo hacemos nosotros. Que un veinte por ciento para el arriendo, otro tanto para los servicios, otro poco para la educación de los hijos, otro tanto para comer, otro para pagar las cuotas del banco para pagar el carro, la casa, etc. No.
Así no es. El actual presidente del Senado, Arturo Char se gana más de 500 millones de pesos mensuales producto de sus empresas familiares encabezadas por los Supermercados Olímpica. Eso es solo un ejemplo. No cabrían en esta columna otros ejemplos. Es más, de esos 32 millones, les pagan a sus líderes políticos de cada región. Me consta.
O, por ejemplo, por estos días vemos muy activo al senador-libretista de televisión Gustavo Bolívar, dando la pelea porque se les baje el sueldo a los legisladores; pero esa propuesta está respaldada por decenas de millones de pesos en sus cuentas (legalmente ganados), producto de los derechos de televisión de sus importantes obras, que son traducidas a exitosas producciones televisivas a nivel nacional e internacional.
La pregunta es si Gustavo Bolívar daría esa misma pelea si no tuviera sus cuentas boyantes o si tuviera que vivir del salario del Congreso como ocurre por ejemplo con el Senador Ernesto Macías, que logró su pico financiero personal gracias al respaldo que le dio Álvaro Uribe, hoy con ‘casa por cárcel’ en el Ubérrimo.
Que se ganen la plata que el Estado mismo tiene como pagar. ¡Que se la ganen! Pero es más importante que ese congresista sí trabaje; que muestre qué hace por sus electores; que organice rendición de cuentas ante sus comunidades, que se ponga en la piel del elector, de la comunidad. Qué saque proyectos en favor de tantas regiones pobres.
Qué haga un eficiente control político o que nos proteja de los impuestos. Qué si va al Congreso a pensar en sacar su pensión, pues es un político inviable. No hay que votar más por él ni por su clan de herederos políticos. Que se la pasa buscando excusas para no asistir a las sesiones, pues tampoco sirve.
Entonces no debemos pelear porque les bajen el sueldo. Debemos preocuparnos por elegir bien. El voto es la mejor arma. Los que no votan, menos pueden exigir.
Vamos a este escenario imaginario. Qué entonces les bajen el sueldo y esa plata se reparta entre los millones de personas que ganan el salario mínimo. ¡Listo! Les tocaría de a cinco mil pesos más o menos a cada uno. ¿Qué cambiaría eso sustancialmente?
Qué sí se aprobó la rebaja de salario de los congresistas y que esa plata la inviertan en salud, educación o vías. Nada, se la roban por otro lado.
En conclusión, amigo colombiano. ¿Quiere usted que esos 32 millones de pesos, que el Estado saca de la plata de sus impuestos, para pagarle a un congresista; sean bien invertidos?
Sencillo escoja bien y vote bien.
¡Mande para la mierda al primer político que le ofrezca un tamal, un billete de 50 mil o un puesto por prestación de servicios en una entidad del Estado!
…
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- *Comunicador Social y Periodista. UCC.
- Especialista en Gobierno y Gestión Pública. U.Javeriana.
- Maestrante en Gobierno del Territorio y Gestión Pública U.Javeriana.