Parece que no se toman en serio la paz porque la guerra les interesa, ahora les es más rentable, pareciera que es su prioridad, desestabilizar las economías en desarrollo y poner bajo sus condiciones con el rigor del miedo.
G7 en Hiroshima, la mayor de las dos ciudades devastadas por las bombas atómicas que Estados Unidos lanzó en 1945. Más de un millón personas murieron y otro tanto vivieron por décadas las consecuencias, es la peor tragedia provocada por un estado contra otro. Lo paradójico del asunto es que el gobierno japonés espera que este símbolo enfatice sobre la paz, sobre las armas nucleares, sobre la no intervención en otras naciones y el respeto a las libertades humanas, sociales como cada cultura la entienda y la preserve.
Tras las sangrientas invasiones a Irak y Afganistán, siguieron y permanecen los conflictos en Etiopía, Israel, Palestina, Siria, Yemen, Ucrania y Sudan, el mundo está en guerra. Atizan el panorama el cambio climático y las migraciones motivadas por insuficiencia política y social. Un escenario así determina que la diplomacia es el camino, pero al escuchar al G7 en Japón, la resolución de conflictos se desvanece.
Las guerras provocan muerte y destrucción de infraestructura. El interés de los contratos de reconstrucción prima. Reconstruir una sociedad desde la firma de la paz es sólo el comienzo de reconstruir una sociedad, el costo económico supera al de la guerra, el costo de vidas humanas será sólo un instrumento para la reflexión.
Hasta el año 2021 los gastos de todos los países por la consolidación de la paz civil, la prevención y resolución de conflictos venían en descenso. La guerra en Ucrania activó una mayor inversión en su presupuesto de defensa con importantes recortes a programas y organizaciones dedicadas a promover un mundo en paz.
En 2019, el Foro Económico Mundial informó que los conflictos violentos le costaron al mundo 14,4 billones de dólares, y el 10 % del PIB mundial se gastó en causar y luego reparar los daños causados. Banco Mundial estimó que los conflictos violentos causan el 80 por ciento de todas las necesidades humanitarias.
Prevenir conflictos y construir la paz es una ganga en comparación, aunque no es una línea de trabajo fácil o predecible. G7 en Hiroshima, deben hacer todo lo que esté a su alcance para garantizar que esta nueva era de la geopolítica trascienda por escenarios de paz en vez de la reiterada violencia.
Las preocupaciones de seguridad geopolítica no pueden exagerarse ni negarse, no puede verse todo a través de esa sola lente que ausenta entonces la atención de otras prioridades.
G7 debe una respuesta global a todos los problemas para mitigar los conflictos violentos. El cambio climático y la pérdida de biodiversidad están estrechamente relacionados con los conflictos y también con las desigualdades de género, la pobreza y el hambre.
G7 deben defender la construcción y consolidación de la paz en el desarrollo internacional, son la vital acción para poner fin a los conflictos violentos.
En tiempos de guerra, ya es hora de que G7 asuma su liderazgo y se tome la paz más en serio.