Lo de anoche en el estadio metropolitano de Barranquilla es el colapso emocional de la reacción generalizada por los sufrimientos y atentados a nuestra integridad como personas ciudadanas.

Era el martes 5 de agosto de 1969, el frio estadio El Campin y un desahogo emocional por ver al mejor equipo de entonces, Brasil. Era más trascendental que nuestra misma selección nacional.
Colombia había asistido a Chile 62 y su futbol profesional crecía, figuras de todo el continente aterrizaban en nuestro torneo, pero ver al que en el futuro inmediato se convertiría en tricampeón del mundo rompió todas las emociones acumuladas, un momento sublime, casi surrealista… de la mano de mi padre, bajo una pertinaz llovizna, y mucha gente abrigada para ver a Pelé, Rivelino, Jairzinho… pero el ídolo esa noche fue Tostao, la tribuna explotó en jubilo con sus dos anotaciones celebramos como si hubieran sido de nuestra selección.
La emoción de los goles del brasilero alivió esas sensaciones, ese apretamiento de pecho que eternas horas previas acumuló y se expulsaron con el grito de gol y hasta el llanto, fue un sentimiento de intensa alegría, fui un super afortunado, lo entendí años después.
Desde entonces gocé todo el entorno “verde amarelo”, siempre fue ese onceno el que provocó ese desahogo emocional a las penurias de nuestra Colombia dentro y fuera de las canchas.
Anoche, las acumuladas emociones de millones de colombianos hervían, no eran sólo por el juego ante Brasil, el futbol era apenas el instrumento exacto para que una sociedad cohesionada entorno a su seleccionado buscará alivio al incierto futuro que provocan las violaciones a la dignidad y el derecho.
No imaginé que el sentimiento que provocaba la situación y el momento del hombre, del ciudadano y jugador Luis Diaz desbordaba lo que sólo pasaba por un previo lleno de expectativas y especulaciones periodísticas, pero terminó en una explosión tan grande y solo comparable con el gol de Fredy Rincón a Alemania en Italia 90, pero con 20 millones menos de colombianos.
Anoche, la negación de lo divino en el fútbol que es el gol, una y otra vez le fue esquivo a Diaz, pero la agitación creció como su tozudez y el invencible nos llevo al clímax con sus dos anotaciones.
La dignidad del ser humano pisoteada por los más bajos instintos superada por el valor y la insistencia, un jugador de futbol capaz de “cortarle la cara” a los criminales y violentos y empujar a una sociedad a no claudicar.
La de anoche en Barranquilla fue una catarsis desde la compasión, la tristeza y la rabia hasta el arraigo y la valentía de hombre hecho héroe que expone su vida para salvarnos a todos.
Una situación de vida para documentar bajo diferentes aspectos emocionales que conduzcan al desafío de lo imposible.