Esa es apenas una frase más expresada por un argentino más, un comentarista presumido dijo “Argentina mantiene vivo el mundial” y el mundo se puso en revuelta. De inmediato se alimenta la fobia no a su futbol sino al comportamiento de sus jugadores y representantes, sus acciones poco menos que afables y con mucho de grotescas contrastan frente al comportamiento de los demás.
Los demás son los demás, quizás y ojalá el 18 se pueda decir levantando un trofeo que hasta ahora ha tenido mucho de suciedad en sus dos primeras obtenciones.
Para Latinoamérica, Argentina es un referente de buen futbol y buenos futbolistas. Dista aún de las condiciones de grandeza de Brasil, pero junto al tricampeón marcan una distancia en América.
El proceder jactancioso y engreído de los futbolistas argentinos ha llevado a los aficionados del futbol en América y de manera creciente en el mundo a marcar también una distancia progresiva y de animadversión.
Messi incluso ha mostrado comportamientos fastidiosos de agrandado como sus compañeros. Aquí hemos de decir en este espacio, que somos concordantes en algo, no nos gusta la palabra humildad en esos términos lastimeros con que algunos la usan. Para nosotros la humildad es la mejor condición para mostrar el potencial y todo tipo de riqueza, y ellos los argentinos como individuos la tienen, son buenos jugadores, son ganadores y si a nadie le gusta perder a ellos nunca.
Ante el “boicot europeo” de asistencia a Qatar, Argentina ha sumado al menos sesenta mil fanáticos que en su ensordecedor cántico han llegado a molestar a los tranquilos cataríes y a quienes se van eliminados.
Los argentinos son así, agrandados y han aceptado ser los más boludos, fastidiosos y poco les importa el mundo que no sea andar pateando un balón.
Si bien los argentinos no son la crema del mundial, incluso si fueran campeones, ya dejan una huella de buen futbol con controvertidos comportamientos, así son, siempre han sido así.
