El autor de “Sapiens”;
Yuval Noah Harari/quintindi.com.in
El historiador y filósofo israelí, «Si la COVID-19 no mengua en 2021 y continúa matando a millones, no será porque en la eterna guerra entre los patógenos y la humanidad triunfe la naturaleza irrefrenable: Será un fracaso humano y, más precisamente, un fracaso político”
El escritor de Homo Deus: Breve historia del mañana y 21 lecciones para el siglo XXI resumió en el Financial Times, desde una perspectiva histórica amplia, el primer año del COVID-19, y observó una diferencia enorme en comparación con el pasado: “2020 mostró que la humanidad está lejos de ser indefensa. Las epidemias ya no son fuerzas incontrolables de la naturaleza. La ciencia las ha convertido en un desafío manejable”.
¿por qué más de 2,5 millones de muertos en el mundo? ¿Por qué economías enteras colapsadas y hasta países cerrados? “Por malas decisiones políticas”, escribió, sin ambages, Harari.
«En la guerra entre los humanos y los patógenos, nunca los humanos habían sido tan poderosos”.
«En 2020 la vigilancia digital facilitó mucho el seguimiento y la localización de los vectores de la enfermedad, con lo que la cuarentena pudo ser más selectiva y eficaz”
Lo más importante del aporte tecnológico fue que internet permitió —al menos en los países desarrollados— un confinamiento prolongado sin que colapsaran ni el mundo material ni el virtual.
“Casi toda la labor agrícola está hecha por máquinas, que son inmunes a las enfermedades. Por ende el confinamiento tuvo sólo un pequeño impacto en la agricultura”.
La humanidad se retiró al mundo virtual, porque el mundo material era inhabitable hasta el control del virus letal, y mucho de la vida continuó de manera digital. E internet no colapsó, a diferencia de lo que hubiera sucedido si de pronto el tránsito sobre un puente físico se multiplicara monstruosamente. En la trinchera quedaron médicos y enfermeros, trabajadores esenciales del comercio minorista y de la seguridad, y los repartidores que se convirtieron en “la delgada línea roja que mantuvo viva la civilización”, como los calificó Harari.
Haber contado con las herramientas científicas para enfrentar el coronavirus fue solo una parte de la ecuación, porque las medidas como el distanciamiento social generaron un alto costo económico y emocional. Eso fue un peso accesorio a la carga que la pandemia puso sobre los hombros de los dirigentes mundiales.
“Lamentablemente, demasiados políticos no han estado a la altura de esta responsabilidad”, evaluó Harari.
La principal diferencia entre el éxito científico y el fracaso político que señaló el autor de Sapiens es la cooperación. Mientras que los científicos del mundo compartieron información libremente y trabajaron juntos en beneficio de la investigación en general, “los políticos no consiguieron crear una alianza internacional contra el virus y acordar un plan global”.
“Las dos potencias principales, Estados Unidos y China, se acusaron mutuamente de ocultar información vital, diseminar desinformación y teorías conspirativas e incluso de haber diseminado el virus deliberadamente”, “No se hicieron esfuerzos serios para reunir todos los recursos disponibles, optimizar la producción global y asegurar una distribución equitativa de los suministros”.
“En tanto el virus se siga diseminando en cualquier lugar, ningún país puede sentirse seguro de verdad. Supongamos que Israel o el Reino Unido tienen éxito y erradican el virus dentro de sus fronteras, pero el virus se sigue expandiendo entre cientos de millones de personas en la India, Brasil o Sudáfrica. Una nueva mutación de algún remoto pueblo brasileño podría volver ineficaz la vacuna, y ocasionar una nueva ola de infecciones”.
“La digitalización y la vigilancia ponen en peligro nuestra privacidad y allanan el camino para el surgimiento de regímenes totalitarios sin precedentes”, advirtió el pensador israelí. “En 2020 la vigilancia masiva se ha vuelto a la vez más legitimada y más común. Combatir la epidemia es importante, pero ¿amerita la destrucción de nuestra libertad en el proceso? Corresponde a los políticos, más que a los ingenieros, hallar el equilibrio adecuado entre la vigilancia útil y las pesadillas distópicas”.
Los datos personales que se puedan recabar, en particular sobre lo que sucede dentro del cuerpo de alguien, se deberían usar para ayudar a esa persona y no para manipularla, controlarla o hacerle daño.
“Mi médico personal conoce muchas cosas en extremo privadas sobre mí. No tengo inconvenientes con que así sea porque confío en que él use esta información en mi beneficio”, dio como ejemplo Harari. “Mi médico no debería vender estos datos a ninguna corporación o partido político. Lo mismo debería suceder con cualquier clase de ‘autoridad de vigilancia de la pandemia’ que pudiéramos establecer”.
La segunda regla básica es que siempre la vigilancia debería ser de doble vía. “Si la vigilancia solo va desde arriba hacia abajo, es el mejor camino hacia la dictadura. Así que cuando se incrementa la vigilancia de los individuos simultáneamente se debería incrementar la vigilancia del gobierno y las grandes corporaciones”, argumentó.
“Si el gobierno dice que es demasiado complicado establecer un modelo de monitoreo semejante en plena pandemia, no le creas. Si no es muy complicado comenzar a monitorear lo que tú haces, no es demasiado complicado comenzar a monitorear lo que hace el gobierno”. Eso incluye, dio como ejemplo, la necesidad de transparencia en la distribución de fondos públicos para paliar la crisis.
Nunca hay que permitir la concentración de demasiados datos en un solo lugar, continuó. “Ni durante la pandemia ni cuando termine”, subrayó. “Un monopolio de datos es la fórmula para una dictadura. Si recolectamos datos biométricos de la gente para detener la pandemia, esto se debería hacer mediante una autoridad sanitaria independiente, no mediante la policía. Y los datos que se obtengan se deberían mantener separados de otros silos de información de los ministerios gubernamentales y las grandes corporaciones”.
Las tres lecciones que dejó un año de pandemia
“Primero, debemos salvaguardar nuestra infraestructura digital”, afirmó. “Ha sido nuestra salvación durante esta pandemia, pero pronto podría ser la fuente de un desastre aun peor”.
“también nos volvió más vulnerables al malware y la ciber guerra”, explicó. “Al coronavirus le llevó varios meses diseminarse por el mundo e infectar a millones de personas. Nuestra infraestructura digital podría colapsar en un solo día”.
Segundo “cada país debería invertir más en su sistema de salud pública”. Puede parecer una verdad de perogrullo, reconoció, “pero los políticos y los votantes a veces logran ignorar las lecciones más obvias”.
Tercero, establecer “un poderoso sistema global para monitorear y prevenir las pandemias”, agregó. “En la guerra inmemorial entre los humanos y los patógenos, el frente recorre el cuerpo de todos y cada uno de los seres humanos. Si esta línea se traspasa en cualquier lugar del planeta, nos pone a todos en peligro”. “aun la gente más rica en los países más desarrollados tiene un interés personal en proteger a la gente más pobre en los países menos desarrollados. Si un nuevo virus pasa de un murciélago a un humano en un villorrio pobre de una selva remota, en poso días ese virus se puede dar una vuelta por Wall Street”.
”Tenemos que darle a este sistema algo de peso político y mucho más dinero, de manera tal que no dependa completamente de los caprichos de dirigentes autocomplacientes”
“Eso debería seguir siendo prerrogativa de los políticos”, concluyó. “Pero alguna clase de autoridad sanitaria global independientes sería la plataforma ideal para recopilar información médica, monitorear riesgos potenciales, hacer advertencias y dirigir la investigación y el desarrollo”.