Meses atrás me compartieron una serie de videos publicados en Instagram -donde se la pasan los jóvenes, aseguran los expertos en redes sociales- de estudiantes de periodismo intentando hacer justamente eso -periodismo- cargados con un tono de denuncia entre lo pendenciero, altisonante y amenazante. Pero eso era lo de menos. Las notas no tenían contraste alguno, eran el refrito de publicaciones de otros medios con información sintetizada a mil por hora, con sonidos, sirenas, pitos, aplausos, chiflidos, en fin, editadas con recursos para hacer más ‘atractivos’ los relatos.
Lo conversé con un profesor de la línea ‘dura’ y, resignado, solo atinó a responderme “son las ‘nuevas narrativas’ para atrapar a las ‘nuevas audiencias’, el periodismo que hacíamos usted y yo es considerado, ahora, para ‘viejos’”. La crisis del periodismo pasa, necesariamente, por el papel que cumplen estas redes las cuales le arrebataron la exclusividad, le dieron voz a cualquiera y rompieron sus esquemas. Ahí tenemos, de hecho, a generadores de contenidos -así los bautizaron- ocupando curules o aspirando a ser alcaldes. Pero ese no es el punto.
Mi frustración sobre la desaparición de los fundamentos del oficio quedó en pausa hasta que, el viernes pasado, la noticia sobre el acuerdo de acusación diferida que hizo el Grupo Aval con la justicia de los Estados Unidos por violación de la ley de prácticas corruptas en el exterior, por los sobornos de Odebrecht en los que participó Corficolombiana, entidad del grupo financiero, volvió a despertar mi preocupación. Medio país cree que Aval salió libre de cargos.
Tan malo como el ingenuo activismo de los aprendices es el comportamiento de los medios de comunicación que sirven a los intereses de los conglomerados económicos. El periódico El Tiempo, que hace parte del Grupo Aval, tituló: “Justicia de EE.UU deja libre de investigaciones a Grupo Aval por caso Odebrecht”. En doce palabras el diario capitalino, sin escrúpulos, dictó la absolución.
Lo dijo el fin de semana el maestro Caparrós: “Por eso tanto ‘público joven’ no sigue a los periódicos y su ‘información’ sino a otros jóvenes que le hablan de sus cosas: las de ambos”.