La prensa de occidente banaliza justifica y aplaude. La prensa del resto del mundo bajo intimidación se silencia. En ambos casos la desinformación reina y logra su mejor momento en medios tradicionales, alternativos y redes sociales que condicionados a la insaciable tecnología dan rienda suelta al imaginario creativo de sus contenidos de prensa en una libertad informativa no siempre en el equilibrio de la democracia. En los regímenes más autoritarios crece la censura, se pierden libertades y con ello el ejercicio del periodismo.

En mundo anda mal y cada vez con mayor dificultad de interpretación, las libertades se condicionan y se exponen al amaño particular. La democracia que es fruto del pensamiento liberal que incluye la búsqueda de justicia social está bajo ataque y evitar su derrumbe pasa por la condición reflexiva de corregir. La tecnología informativa tiene en su haber el devenir de la democracia, el periodismo como inexorable defensor de la información debe proteger según Harari en Nexus, “de la aniquilación de pensamiento y privacidad y nos castigue o recompense no sólo por lo que hacemos y decimos, sino incluso por todo lo que pensamos y sentimos”.
De tiempos históricos, sociedades se involucraron en la búsqueda de ordenarse bajo normas y conductas que establecieran valores y condiciones de libertad. Desde los mandamientos de Moisés hasta los códigos del derecho humanitario hoy, la democracia paradójicamente se asienta en prohibiciones, aun así, es posible mirarnos unos a otros y no matarnos. Las libertades fijan el respeto por el pensamiento y la voluntad humana, pero el panorama cambia las libertades están en el plano de la subjetividad.
Existe medio mundo que en democracias fingidas y cada vez en mayor número, albergan sistemas teocráticos como fundamento de su sociedad y asientan los valores fundamentales en el radicalismo. Si bien en la democracia caben todos los dioses, preocupa la ideología religiosa musulmán radical (Yihadista) que ha secuestrado el pensamiento desde lo cultural y ha encaminado a millones de personas en una educación soportada en el antisemitismo y el odio a occidente.
En el contexto geopolítico se ha expuesta la perdida de libertades en sistemas democráticos condicionados de manera específica, producto de ello se sucede una peligrosa contaminación de ideales que permean generaciones desde centros universitarios y réplicas mediáticas que encaminan su formación en la venganza y el horror.
El ejercicio periodístico en democracia ha denunciado el surgimiento de tendencias y prácticas de pensamiento que hacen creer que matar está bien. Pero también la pérdida del ejercicio periodístico correcto testimonia la toma de partida en los asuntos pertinentes, se informa no sólo con autonomía sino con convencimiento se atenta la veracidad.
Tras los ataques de Hamas a Israel y la respuesta sionista que no termina, vimos el mundo polarizado y con él, la prensa con el surgimiento de “fuentes fiables” del horror y la barbarie. El periodismo del mundo bajo el fenómeno de lo políticamente correcto se pervirtió haciendo propaganda, desinformando y mal informando. Si bien soy escéptico de la objetividad en el periodismo, lamento con mayor desgracia la perdida de la subjetividad profesional. El código ontológico del periodismo explotó, siguió el extraviado camino de la vergüenza incluso hasta hacerse víctima bajo su propia creación informativa.
Intelectuales progresistas de referencia se hicieron líquidos, otros para mayor desconcierto se incluyeron en el totalitarismo en defensa del terror, la mediocridad populista tocó la fibra del periodista que hasta se olvidó de revisar sus fuentes.
El panorama de las libertades extraviadas en la democracia revitalizada por la tecnología obliga una revisión profunda de las dimensiones y un proceso de resignificación de la información. Nuestro objetivo: sostener un dialogo abierto en democracia /LP7D/