La incidencia está aumentando, muchos gobiernos ahora se deshacen de las medidas de seguridad en la vida diaria frente al COVID 19. Es una cruel y desproporcionada situación, nada conducente con la necesidad de respuesta global para superar un problema global. Expuestos a un momento de mentiras y ficciones el aislamiento y la vacunación son las únicas posibilidades para superar la pandemia.
La Organización Mundial de la Salud (OMS), sugiere “Es absolutamente necesario para superar la pandemia del covid-19 superar el 70% de su población vacunada hasta la dosis de refuerzo” Europa con cifras superiores, empieza a abolir restricciones mientras se anuncian nuevas variantes.
En América con menor incidencia de vacunados, se instruye el fin de las restricciones, no será necesario usar tapabocas, su uso será voluntario y cuando se considere que existe riesgo de contagio en espacio abierto o cerrado.
Las medidas se producen en paralelo al crecimiento de contagios, es asombroso, los gobiernos anuncian el comienzo de una soñada libertad, el fin de una ansiedad justa y necesaria, pero acaso ¿los planes de los gobiernos tienen que ver con la situación de la pandemia? Acaso, ¿son decisiones meramente políticas? ¿hay conciencia de la real situación de afectación? Las inestables cifras de contagio y muertes son precedentes también de las secuelas. Se imponen medidas para bien o para mal.
Muchos están ahora convencidos de una vida cotidiana casi sin restricciones en la creencia de que la pandemia ha terminado y que se puede volver a la normalidad. Millones de personas están expuestas ahora, pequeñas fracciones viven en entornos con centros de atención, donde deberían seguir aplicándose medidas estrictas. Pero todos estamos en sociedad y actuamos en consecuencia, tenemos movilidad para estar en la calle, ir a estudiar, a trabajar, a comprar y absolutamente gravoso; incentivados a gastar a hacer turismo, a atestar los comercios, a agotar su mercancía, después, también a colmar hospitales y centros de atención de salud, todo ello mueve la economía.
Un mínimo de protección contra el contagio, que se supone ofrece la ley, sería también, al menos por un tiempo más seguir laborando desde casa, ceñirse a la obligación general del uso de mascarillas en el transporte público, supermercados y escenarios de grandes aglomeraciones, hasta que las incidencias bajen significativamente, y que las personas en riesgo puedan estar sin preocupaciones. Será difícil el uso del tapaboca, contradiría la prometida libertad de toda medida que hacen los gobiernos ¿usted dispuesto a ser atendido en un restaurante en el que un mesero sin tapabocas le trae su comida mientras le habla encima de ella?
Llevar mascarillas no es pedir demasiado a nadie, pero desde luego. Para la oferta del servicio va a ser parte de mucha confianza, va a ser un sello de mucha tranquilidad.
Mientras las variantes del Covid 19 siguen apareciendo, sin restricciones y a expensas de una quinta ola, la guerra entre Ucrania y Rusia es el escenario mediático para alienadas audiencias ausentes de percibir como un trascendental hecho se hace mentira y se disfraza de verdad. La guerra también ha hecho creer que la pandemia culminó.