Las elecciones presidenciales en EEUU causan debates en casi todo el mundo, presunciones y especulaciones sobre si un demócrata o un republicano resultará mejor / para el caso de Rusia existe la tentación de que el republicano Donald Trump es un político más aceptable aun cuando para la gran mayoría de ciudadanos tiene una importancia puramente secundaria o incluso terciaria.
Trump dice que no descarta un “acuerdo” con Rusia. Su pensamiento es transaccional, defiende los intereses de su país y de palabra está dispuesto a los intercambios. El que un candidato de cualquier país hable desde una posición de fuerza no molesta. Los rusos están acostumbrados a la política de poder.
A Moscú le interesa poco si Trump desempeña un papel significativo en el cambio de la estructura de las relaciones entre Rusia y Occidente particularmente en las relaciones ruso-estadounidenses. Antes incluso de 2016 cuando aplaudieron la llegada de Trump y el tiempo ha sido generoso y les ha entregado razones suficientes para no equivocarse con lo que no tiene reverso. Ucrania es su última experiencia.
Trump quiso aprovechar los acuerdos de Minsk sobre el conflicto en Donbass y su persistencia de control de armamentos. En el campo de la seguridad nuclear buscó dominar a los burócratas de su país más conservador y con un discurso populista intentó en vano revertir las tendencias. El electorado de trabajadores y familias rurales y los cosmopolitas virtuales esta vez no le dieron la razón.
Trump evito juicios, pero no logró que el Congreso diera vía libre a órdenes Obama sobre Ucrania y con ello la posibilidad de intervenir sin consentimiento que pedía sanciones draconianas a Rusia. Logro moderación por temor a perjudicar a los inversores estadounidenses en Rusia. Apoyó las sanciones contra Nord Stream 2 y sacar a los rusos del mercado europeo del gas. Sus movimientos hacia el diálogo con Rusia sin claros resultados, peor aún cuando resultó ser un opositor activo al régimen de control de armas.
Siguiendo las lecturas del investigador estadounidense Aron Wildavsky en 1966, en Estados Unidos hay convencionalmente «dos presidentes»: uno en política exterior y otro en política interior. Es decir, las divisiones sociales internas no necesariamente afectan la política exterior, que continúa como de costumbre. La batalla entre demócratas y republicanos refleja en gran medida procesos internos, pero en política exterior, aunque existen diferencias, no son tan profundas. Además, desde hace tiempo se ha formado un consenso entre partidos sobre Rusia.
Rusia desde sus analistas saben que Joe Biden inicialmente mantuvo una aparente conducta bastante equilibrada. Evitó duras sanciones a proyectos de oleoductos, dando un paso hacia las posiciones de Alemania y la UE. Pero Biden fijó el destino de Rusia al producirse la operación militar en Ucrania, públicamente su primera respuesta “Nord Stream no va”. Días después fue dinamitado el gasoducto. El deterioro de las relaciones entre los dos países no habría sido diferente si Trump aún fuera presidente.
Tras el inicio del Nuevo Orden Mundial (Guerra en Ucrania) por desconocimiento de tratados por parte de la OTAN y la misma UE que se vio obligada a ligarse a Washington. El “tsunami de sanciones” contra Rusia, independientemente de quién este en la Oficina Oval estaba acordado y Trump 2024 cambiará poco para Rusia. Seguirá siendo opositor al régimen de control de armas, presionará por más promoción de los recursos energéticos estadounidenses en el mercado europeo, ya que la política de sanciones de la UE contra Rusia sólo contribuirá a ese rumbo.
La amenaza de Trump de hacer que los aliados europeos de EEUU y que han aumentado el gasto, paguen por la seguridad no romperá la solidaridad OTAN. El nudo ucraniano para resolver el conflicto según Rusia y la guerra según occidente, pasará por el agotamiento de las capacidades de recursos para librar el conflicto o una victoria decisiva para Rusia.
Trump en el poder no provocará la desestabilización del sistema político de EEUU y, si las divisiones internas en él empeoran, es poco probable que afecten la política exterior.
Rusia piensa diferente y es diferente, ni los rusos son malos ni los occidentales definitivamente buenos ni lo contrario. Por ahora pese a las escaramuzas de Ucrania en la guerra y a días de las elecciones en EEUU prematuro considerar que el republicano pueda ser un factor significativo en las relaciones de Rusia con EEUU y todo el Occidente colectivo.




