Lento regresar del turismo a la capital italiana, tras un año de pandemia intenta la normalidad sin dejar sus viejos problema
La Fontana di Trevi apenas era contemplada por un puñado de afortunados vecinos. Ahora luyen más turistas italianos y extranjeros/noticias de Gipuzkoa
El centro histórico de la ciudad, enmarcado en las aurelianas murallas se hace extenso a la vista, aún permanece descargado de gente que tímidamente reaparecen en bares y restaurantes, cerrados durante meses. En el Trastevere hasta ya ha sido ya inaugurado el cine de verano.
La pandemia parece haber sido solo un paréntesis para los problemas de limpieza o transporte público que azotan la ciudad. Desde hace unas semanas las gaviotas que merodean por los alrededores del Tiber están más tranquilas. Durante el confinamiento se volvieron unas aves temibles. Hambrientas por la falta de basura que rapiñar, devoraban animales muertos. La basura ya vuelve a rebosar los contenedores. Esta semana se ha incendiado el enésimo autobús ante el Ministerio de la Defensa. Es un fenómeno recurrente por la vejez de la flota: entre el 2018 y el 2019 se quemaron casi 40. La pasada, un enorme socavón en el suelo engulló dos coches en Torpignattara.
En su plaza de Roma se ha convertido en la plaza del Caffè Perù, una institución del barrio, que ha colocado algunas mesas en el exterior para beber unos spritz antes de que llegue el toque de queda, que este fin de semana se pospone a medianoche.
La capital italiana comienza a dejar atrás los días de silencio y poco a poco está despertando del letargo pandémico.
En Sant’ Eustachio, ya difícil lograr una mesa en el exterior pese a los precios prohibitivos de su servicio en la terraza. En el centro de Roma, sin los turistas, el 85% de los paseantes entre semana son trabajadores de las oficinas cercanas. Con el teletrabajo, llevaban desaparecidos más de un año. Sin embargo, queda mucho tiempo para ver las masas de antaño. De los 1.250 hoteles que hay en la ciudad, 700 siguen cerrados.
Los vecinos del centro histórico dicen que muchos de los sitios que han cerrado eran tiendas de souvenirs cutres y restaurantes malos para turistas. Los buenos siguen abiertos”
“Antes había tanta gente que no te pertenecía; ahora podemos vivir la ciudad de verdad”, dice una residente
Hace unos meses se entraba a la Basílica rápidamente tras pasar los controles de seguridad. Ahora hay que esperar unos veinte minutos. Las colas son mayores para fotografiar a un guardia suizo. También delante de la Piedad de Miguel Ángel. Por el suelo de los alrededores vuelven a quedar tirados billetes de los Museos Vaticanos.
Visitar la Capilla Sixtina prácticamente en solitario ya es un recuerdo de la pandemia.
CON INFORMACION: lavanguardia.com /ANNA BUJ