El fenómeno natural y cíclico no sólo en el verano está asociado a lluvia meteoros o estrellas fugaces mensajeras de los deseos humanos, no tiene connotaciones de magia, eso sí una gran belleza.
Partículas de polvo incandescente arrojadas desde la formación del sistema solar, lo más común es que se producen durante el viaje de cometas alrededor del Sol /LP7D/National Geographic en español
Una estrella fugaz es una partícula enormes cuerpos que orbitan al rededor del sol, generalmente cargados de hielo y minerales que por efecto del calor y del viento solar, desprenden al espacio una serie de gases, polvo y materiales rocosos que hacen una órbita en seguimiento al cometa.
La Tierra, en su órbita en torno al Sol, se cruza con cientos de esas orbitas (colas) que contiene millones de fragmentos soltados por el cometa y son atrapados por el campo gravitatorio de la Tierra y caen a gran velocidad a través de la atmósfera formando la lluvia de meteoros.
Al menos existe 14 momentos de lluvias de estrellas en un año, cada una está asociada al paso de algún cometa que ha dejado un rastro de meteoroides en su viaje cerca de la tierra. Las denominadas perseidas, del verano en Europa, llamadas las lágrimas de San Lorenzo a mediados del mes de agosto son un espectáculo nocturno de gran atracción. Igual sucede con las cuadrántidas (visibles en enero), con un ritmo de 120 meteoros por hora, como las gemínidas (en diciembre), con un ritmo también de unas 120 por hora, son igual de espectaculares.
Sugerencias para la observación:
Buscar zonas con poca contaminación lumínica, distantes de las ciudades en que haya alto dominio del horizonte.
Tener paciencia y más. No hay constancia de aparición de las estrellas fugaces.
Tener mediana idea del mapa de la bóveda celesta para saber localizar constelaciones, y estrellas.
Tumbarse cómodamente mirando al cielo sin el uso de prismáticos
No existe garantía de que se puedan observar incluso sabiendo del rumbo de algún cometa que desprenda restos de su cuerpo. Será como en todos los tiempos, apasionante estar allí mirando el infinito rasgado eventualmente por rayos que motivan el pedido de un deseo.