Incluso sin la ayuda de los demócratas, el discurso del presidente Donal Trump habría sido recordado como un momento decisivo en su carrera política. Apenas había comenzado a hablar de sus hechos de victoria anoche cuando el Partido Demócrata le abucheó, un belicoso fue expulsado del recinto.
Silenciados los demócratas petulantes e impotentes intentaron varias veces “cancelar” al orador, levantaron cartelitos de paleta con mensajes cacofónicos como muestra de su no acuerdo y fracaso. Los demócratas simplemente están desorganizados y dejaron la sensación de un partido de miserables y avaros.
Obvio no aplaudieron ni se pusieron de pie, fue una noche amarga para ellos, insoportable con las frases cargadas de reclamos y humor del presidente, jamás aceptaran los logros de Trump.
El discurso de Trump es una experiencia humillante para el partido que no está en el poder, que se espera que permanezca en silencio mientras el presidente se jacta de su agenda y logros y da conferencias a los miembros del Congreso. El discurso de Trump ante el Congreso no fue oficialmente un discurso sobre el Estado de la Unión, ya que hace poco que regresó al cargo, pero se trató de la misma situación. Los demócratas estaban en desventaja natural, al igual que los republicanos durante los años de Biden. Pero con una mano débil, apostaron por la protesta estrepitosa y el enfurecimiento visible, y perdieron la poca dignidad que les quedaba.
Con enemigos como estos, Trump tenía garantizada una buena noche. Pero, en realidad, no necesitaba a la inepta oposición para quedar bien. Sus comentarios fueron largos sin la habitual palabrería retórica y promesas vagas. Por el contrario, el presidente reiteró la mayoría de los temas y políticas de su discurso inaugural, añadiendo logros de su agenda. Desmantelar el régimen de “diversidad, equidad e inclusión” (DEI), expulsar a los inmigrantes ilegales, luchar contra las pandillas y los cárteles y afirmar que sólo hay dos sexos (o “géneros”, si es necesario) …
Trump volvió a manifestar su intención de “El Canal de Panamá fue construido por estadounidenses para estadounidenses, no para otros”, dijo, “se lo dimos a Panamá y lo vamos a recuperar” y entorno a Groenlandia “Apoyamos firmemente su derecho a determinar su propio futuro”, “Y si lo eligen, los recibiremos en los Estados Unidos de América”. También dijo, con humor, aunque tal vez no del todo sin seriedad, “de una forma u otra, lo vamos a conseguir”.
Si bien Trump irritó a los belicistas sobre la guerra en Ucrania, describiéndose a sí mismo como alguien que “trabaja incansablemente para poner fin a este conflicto salvaje” en el que “millones de ucranianos y rusos han muerto o resultados heridos innecesariamente… sin que se vea un final a la vista”. Cuando los demócratas y algunos republicanos aplaudieron la continuación de la guerra, Trump rechazó sus llamados y criticó a la senadora Elizabeth Warren (a la que llaman “Pocahontas” por hacerse pasar por india) para censurarla: “¿Quieren que continúe otros cinco años? ¿Sí? Dirían ustedes. Pocahontas dice que sí. Están matando a 2.000 personas cada semana, más que eso. Son jóvenes rusos, son jóvenes ucranianos. No son estadounidenses, pero quiero que se detenga”.
Su discurso sobre Ucrania y Rusia se desarrolló de manera natural y triunfal y adicionó que “Dios me salvó para hacer que Estados Unidos vuelva a ser grande”. Terminó volviendo al tema de “una nueva era dorada de Estados Unidos”, celebro las “incontables maravillas modernas esculpidas en hierro, vidrio y acero” y un espíritu general de progreso tecnológico —“Vamos a conquistar las vastas fronteras de la ciencia”.
Esta es una administración en plena ofensiva, Trump y su equipo han encontrado una manera de convertir la combatividad en atracción, dejando a los descontentos enemigos del presidente sin nada.