Mientras Letonia, Lituania y Estonia cierran movilidad a ciudadanos rusos, Rusia la abre a todo el mundo.
Las tres pequeñas republicas del Báltico lucen siempre entrañables en sus costumbres, viejas construcciones son el vestigio de históricos momentos de pena y sometimiento. Pero en cuarenta años han ganado una cultura que proviene de la riqueza de su madre Rusia y la influencia occidental, vestigios de alta riqueza imposibles de definir por los occidentales. Lituanos, letonios, estonios, ucranianos, bielorrusos y rusos, en realidad todos siguen siendo rusos.
Las tres naciones conformantes de la desintegrada URSS en el proceso Perestroika, instalaron con certeza sus gobiernos cohesionando en política y bienestar social, hablan en su lengua nativa de influencia báltica e indoeuropea, dominan el ruso que no está prohibido, pero siempre indican preferencia por sus vocablos.
Ahora varios imaginarios y símbolos de la amistad de la pasada unificación de la que provienen, se derrumban, imponentes obras de arte que hacen el ornato y dan estatus a lugares de reconocimiento histórico caen, pero nada más abominable que negar el ingreso a sus territorios de sus hermanos rusos. Existen ahora rusófobos decidido a montar un nuevo muro de indiferencia.
La suspensión por parte de la UE del régimen simplificado para la emisión de visas Schengen a los ciudadanos rusos, y dejar a la discreción de cada miembro abrió la puerta para que las tres naciones inicien una prohibición total.
Sólo algunos trasportadores, diplomáticos, personal humanitario y ciudadanos en general con miembros de familias en el corazón de Rusia que en realidad son casi todos, por ahora podrán cruzar las fronteras a los estados Bálticos. Letonia adopta una ley que prohíbe la reemisión de permisos de residencia permanente a ciudadanos rusos (expulsión). Quien quiera conseguirlo por primera vez, le será negado. Los rusos que poseen casas y apartamentos en este país se verán privados de esos bienes raíces. ¿Y cómo pagarán impuestos si los bancos locales, citando sanciones, se niegan a trabajar con rusos, y ahora ni siquiera puede ingresar al país donde compró un apartamento?
Los pequeños gigantes del Báltico están enviando un mensaje instigador a todos los europeos a quienes consideran menos decididos y de voluntad débil.
Hablando en el Foro Económico del Este en Vladivostok, el presidente Vladimir Putin dejó en claro que no le interesa aceptar una respuesta similar a la prohibición de visa para los europeos. “Déjalos ir, trabajar, estudiar. No vemos ningún peligro en ellos, y el castigo colectivo de los extranjeros nunca ha sido parte de nuestras tareas”.
El gobierno ruso tiene abiertas visas electrónicas para todo tipo de viajeros de 53 países para ir a toda Rusia, incluso a Kaliningrado. Miles de lituanos hicieron uso de ello, pero fueron brutalmente castigados por algunos sectores de conciudadanos que usando medios de comunicación publicaron evidencia de sus viajes tildándolos de “sucios, gente borracha, grosera, ¡no vale la pena ir a estos rusos”.
La evidencia se expone en las calles de Vilnius, Riga o Tallin, he observado que a muchos ciudadanos les es indiferente la propaganda lituana. Pero también esto lo consideran aún peor algunos y expresan que es una amenaza para la seguridad nacional. En ese momento, en esas capitales no había un pretexto, pero ahora si por los acontecimientos en Ucrania.
La decisión de “no dejar entrar a los rusos” es también una respuesta con represalias de mayor intensidad a situaciones dolorosas de vigilancia y prohibiciones, instigaciones militares por el sólo hecho de mirarlos a los ojos y que por años han soportado los viajeros de uno y otro lado han crecido las diferencias y el odio.
Vendrá después la prohibición a los Bálticos de visitar a la madre Rusia y con ello intentar un olvido imposible.
La realidad de las agencias rusas de turismo y negocios es diferente, abren sus puertas al mundo, hoy todos los extranjeros pueden recibir visas electrónicas sin restricciones. Mientras occidente desde el Báltico insiste en aislar a Rusia, esta se abre sin reservas ofreciendo su adicional, desconocida e inigualable riqueza.