El último episodio de violencia en Siria tiene sus raíces inmediatamente después de la caída de la dinastía Assad y contradicen la narrativa de que los remanentes del antiguo régimen son responsables del derramamiento de sangre / EE. UU. y occidente se ausentan de una evaluación seria y deberían abstenerse de tomar medidas que fortalezcan al nuevo régimen en Damasco.
El presidente Ahmed al-Shara’ firma el proyecto de Declaración Constitucional, una nueva historia para Siria y un buen augurio para el pueblo en momentos en muchos medios de comunicación en occidente acogen la versión del nuevo gobierno sirio de que el reciente derramamiento de sangre es una respuesta a leales a Asad que causaron la muerte de 13 miembros de los servicios de seguridad del Estado sirio cerca de la ciudad de Latakia.
Pero existen otras narrativas que cuentan una historia diferente. El ataque a los servicios de seguridad del Estado se produjo tras meses de provocaciones y secuestros contra la secta alauita, servidores del régimen anterior.
“Nueve mil militares que habían participado en las batallas contra ISIS, el 99 por ciento de los cuales son alauitas, fueron secuestrados desarmados el mismo día en que cayó el régimen”, “Los nuevos dirigentes sirios no cumplieron su promesa de conceder amnistía a los soldados del régimen anterior que no tuvieron participación en actos de violencia contra civiles”, “muchos huyen con sus familias evitando las provocaciones y ataques con artillería y aviones no tripulados contra aldeas alauitas empobrecidas” citó una fuente no identificada por razones de seguridad.
Ningún estado brindó apoyo armado, “Después de que quienes defendían su dignidad se quedaron sin municiones, la gente regresó a casa porque no había apoyo extranjero, entonces todos los extremistas islámicos capaces de portar un arma desde dentro y fuera de Siria procedieron a dirigirse a las zonas costeras”, dijo la fuente.
Las actuales autoridades sirias describieron la violencia contra los civiles como hechos aislados pese a que grabaciones de imágenes parecen contradecir las afirmaciones y apuntan a una limpieza étnica sistemática contra la secta alauita. De las más de 1.000 personas caídas en el derramamiento de sangre, la mayoría eran civiles alauitas.
Preocupa a Washington que el ataque sistemático contra los alauitas es coherente con los objetivos del ISIS, que odia especialmente a las minorías, y en particular a los chiítas. Si bien los alauitas son distintos de los chiítas, a menudo se les considera parte de la misma categoría. Surge la posibilidad de que los remanentes del ISIS sean absorbidos o empleados por los servicios de seguridad del nuevo Estado sirio.
La evidencia acumulada es lo suficientemente seria como para que la administración Trump se resista a acciones que efectivamente empoderen al nuevo régimen de Damasco, sobre todo porque esto podría terminar fortaleciendo a ISIS.
El nuevo gobierno explicó que la declaración estipula la libertad de opinión, expresión, información, publicación y prensa. Enfatiza el compromiso del Estado con la unidad de la tierra y el pueblo, así como el respeto a las particularidades culturales.