milenio.com/ Afganistán sin navidad
En un país desértico y montañoso, con una población de campesinos y pastores pobres que difícilmente llegan a los 50 años de vida por sus condiciones de escasez, insalubridad y desnutrición, la guerra es un ingrediente adicional a su miseria. Además, la inmensa mayoría de la población es musulmana. De Jesús, casi nadie se acuerda.
Los afganos y las afganas celebran en estas fechas el final del mes de ayuno del Ramadán. La festividad sería el equivalente a la Navidad en España y Latinoamerica. Durante tres días las familias se reúnen, comen, se dan regalos, y lucen sus mejores galas. Las últimas semanas han sido, en cambio, semanas de compras.
La gente se tiró literalmente a la calle en Kabul para adquirir los productos típicos de la fiesta del final del Ramadán: los frutos secos y las galletas. Como en Navidad, las tiendas de la capital afgana estaban hasta los topes y los precios aumentaron considerablemente respecto al resto del año.
El Ramadán es un mes de ayuno, plegaria y reflexión. Durante treinta días no se celebran ni bodas, ni fiestas, y los fieles van más, si cabe, a las mezquitas. Pero también es un mes en que los nervios están a flor de piel, y es fácil llegar a las manos. Las peleas en medio de la calle son frecuentes.
La presencia de religiosos cristianos en territorio afgano está vinculada exclusivamente a actividades caritativas o militares. Indicó que son misioneros comprometidos en iniciativas humanitarias que tienen prohibida la evangelización, o capellanes militares. En cualquier caso «siempre insuficiente en comparación con las necesidades», señaló.
La única parroquia católica en Afganistán se encuentra dentro de la embajada de Italia en la capital Kabul y asisten unas cien personas, casi exclusivamente miembros de la comunidad diplomática internacional.
En Afganistán la Constitución del 2004 define al país como una «República islámica». El artículo 2 garantiza a los no musulmanes el derecho de profesar libremente su propia religión, pero dentro de ciertos límites.
Afganistán sigue sumergido en la violencia y la inestabilidad. Las últimas elecciones presidenciales de octubre se dieron entre ataques y amenazas de muerte contra candidatos y votantes, con unos 30 muertos y decenas de heridos.