Para los presos políticos; Prohibición de asistencia religiosa, ayunos considerados violación y confidencialidad de confesión no está asegurada
Al parecer los líderes protestantes se negaron al dictado y no pudieron ver a Oscar Elías, en aquellos momentos bajo torturas. La asistencia espiritual, cree Elsa, habría sido un aliciente mental para soportar las torturas.
Portar una Biblia también fue prohibido
El 6 de enero de 1959 el sacerdote vasco Javier Arzuaga subió la dura pendiente entre Casablanca y la fortaleza de La Cabaña, se presentó ante el Comandante Ernesto «che» Guevara, y solicitó permiso para que tanto soldados como del ejército rebelde como detenidos pudiesen asistir a misa. . Guevara se negó a que la tropa participara (“Aquí ya se acabaron esas cosas”, dijo). Pero admitió que asistieran a la Capilla de La Cabaña quienes serían fusilados gracias a los Tribunales Revolucionarios, similares a los que desataron el Terror de la Revolución Francesa.
El ateísmo oficial instaurado por el socialismo cubano hasta 1992, dio paso a coartar cada vez más la libertad de culto de presos políticos.
El 22 de abril de ese año el reportero y abogado independiente asistió al Tribunal de la ciudad de Guantánamo. Iba a ofrecer sus servicios a Ramón Rigal y Addya Expósito, un matrimonio evangélico sometido a juicio sumario por practicar educación en casa. Aquel día su vida cambiaría.
Militares lo detuvieron mientras entrevistaba a la hija de la pareja juzgada, víctima de bulliyng escolar por su fe. Quiñones preguntó por qué era arrestado, un oficial lo esposó y tiró al suelo. Fue arrastrado hasta una patrulla. Un uniformado lo golpeó varias veces incluyendo una tan fuerte, en el costado de la cabeza, que le rompió el tímpano.
En agosto un tribunal lo condenó por “resistencia y desobediencia” a un año de trabajo correccional. El 11 de septiembre acabó en la prisión provincial de Guantánamo, después que le fuera negada la apelación. Quiñones se convirtió en uno de los más conocidos presos políticos cubanos, al ser el primer periodista encarcelado por el régimen en 17 años.
Desde su celda escribió sobre las precarias condiciones de la cárcel en el diario Cubanet. A raíz de eso, fue castigado y amenazado con medidas disciplinarias según reveló un informe de la embajada estadounidense en La Habana. Las medidas incluían limitar el acceso a servicios religiosos.
“Los ayunos son considerados una violación de la disciplina”, dice, quizá por confundirse o temer que deriven en huelga de hambre, forma recurrente de protesta pacífica.
La confesión es un importante sacramento católico. Pero la confidencialidad necesaria no está asegurada “pues el local que los militares disponen para ello está sembrado de micrófonos, otra flagrante violación contra la libertad religiosa”. En su lógica, si los teléfonos de muchos opositores pacíficos y periodistas independientes están intervenidos, ¿se respetaría la confidencialidad del encuentro con el sacerdote en una unidad militar?