La guerra de Rusia y occidente en Ucrania está cada vez más acá y viene de mucho más allá. La información del común no es del todo veraz, algunos análisis de especialistas pudieran acercarnos más a una realidad que se descubre con la investigación, la lectura entre líneas de los históricos discursos de lideres y un análisis mediático total.
Los asuntos geopolíticos como otros temas tienen abundante información instantánea, aprender a identificar su calidad nos conduce situaciones que revelan y encubren.
Ad portas de las elecciones en los EE. UU. los temas que centran la atención del mundo pasan por el miedo que infunden las élites de poder – que el mundo ha estado identificando – y que están tras los lideres políticos y mediáticos. Las circunstancias pasan por el interés de mantener los conflictos en Ucrania e Israel. Un nuevo objetivo tiene ahora, China.
El gobierno de Joe Biden obedeció el impulso generado un cuarto de siglo atrás en el que se instaló como actor intencionado en la concordancia de violación de acuerdos que emanciparon la naciente confianza oriente y occidente.
La sociedad rusa, por entonces recién ingresada a un mundo que restituyo su dignidad, se abrió a las oligarquías de occidente y a un sistema de propiedad privada, bienes tangibles, activos intangibles, acciones y bonos de interés personal, pero sin olvidar las presiones sociopolíticas.
El restablecimiento de una poderosa y rica sociedad quedó al descubierto, la llegada de Vladimir Putin al poder, un estadista excepcional, constituyó el recelo más grande de EE. UU. Hacer caso a información de prensa y discursos de lideres de cualquier lugar del mundo son una ventaja cuando se realizan análisis mediáticos que hoy permiten abordar bajo indagación limpia que en este caso no constituye una apología al líder ruso. Rusia era un pueblo oprimido, y sobre esta realidad se montó una máquina de propaganda que condujo desde sus propios e inexplotados vienes, a una inversión con las mismas herramientas y vicios de corrupción en occidente.
El intento de entender el pensamiento ruso desde sus propias narrativas constituyó hasta hoy un crimen en occidente, “ellos siempre serán los malos”, “somos los EE. UU. el país más poderoso en la historia del mundo” lo dijo G. Bush, lo repitió B. Clinton y lo reiteraron B. Obama y J. Biden, empujando una imagen odiosa que a Rusia pereció interesar muy poco y diría nada en cuanto lo que occidente piense de ellos.
La confianza que generó el naciente Putin en su país y en occidente, creció en prevención a EE. UU.; vinieron acciones de rompimiento de acuerdos de expansión OTAN y se encontró en Ucrania, un insipiente país, el perfecto escollo para programar un plan de dominio. Occidente desconoció a Rusia y esta determinó en autonomía establecer un intenso programa de crecimiento militar hasta convertirse en el más poderos ejercito del mundo y desde el desarrollo científico, en el mayor constructor de misiles hipersónicos, ¿ahora escuchará occidente? También están diciendo no.
Se produce una situación que pone al mundo muy cerca de una tercera guerra mundial. EE. UU. desde OTAN no reconocerá perder en Ucrania. A. Blinken y J. Sullivan intentan bajó las mismas órdenes de las élites promover un revolcón. Rusia indetenible en el plano militar, sortea con tranquilidad las provocaciones de los más beligerantes.
El mundo siente miedo, se guarda un aparente sosiego, las voces de la dirigencia entre amenazas mediáticas tienen en occidente a Zelensky un feroz vocero ¿de quién?, se aferran a una voz que desde Washington tiene que ver con los resultados electorales de noviembre.
El momento en oriente medio no es diferente al interés Israel y EE. UU. son socios inquebrantables y arrecian los caminos de la destrucción desconociendo derechos de las que en apariencia son sociedades más vulnerables.
Pero también es el momento de China, el gigante asiático de X. J. Ping que tercia en favor de Rusia y que V. Putin menciona como la primera economía hoy, sorprende a EE. UU. que penas atinó al envió de J. Sullivan a reconocer lo que ya el mundo sabe, China es poderosa e incondicional con los nacientes BRICS, y con ello ensombrece más el panorama electoral de los demócratas en noviembre.
Si gana Trump, pierden los demócratas y con ellos toda la estrategia montada 25 años atrás. ¿Será el golpe contundente a esa elite lobista que pocos conocen, que pocos saben en donde están pero que no están dispuestos a perder su poder? ¿antes provocarán una hecatombe? ¿caerá la más poderosa nación? ¿habrá alguien allí que entienda que no son tan indispensables como quisieran y que no podrán actuar como les plazca?