El primer ministro lleva 12 años en el poder, está procesado por corrupción y, aún así, ha vuelto a ganar las elecciones, aspira a formar el Gobierno más ultra de la historia. El bloque opositor no tiene posibilidades de quitarle el trono.
Benjamin Netanyahu, anoche, valorando los resultados electorales/ AMIR LEVY VIA GETTY IMAGES
En los dos últimos años han sido necesarias cuatro elecciones hasta llegar a esta mañana, en la que todo sigue más o menos igual: su Likud es la primera fuerza pero, a esta hora, no tiene mayoría clara para gobernar. Lo único a su favor es que frente a él no hay nadie más que pueda formar una mayoría alternativa. El otro grupo que lo quiere echar, mezcla heterogénea de facciones de izquierda, derecha y centristas que podría encabezar el expresentador de informativos Yair Lapid, también está por debajo del mínimo para tener mayoría. Es Bibi o ir a quintas elecciones. Desesperante.
Si Netanyahu logra sumar al bloque de la derecha con lo que resta de recuento, Israel tendrá el Gobierno más ultraderechista y religioso de la historia. Lo que diría David Ben Gurion, primer mandatario del país y socialdemócrata como casi todos los fundadores, si levantara la cabeza…
Los hacedores de reyes, los partidos que pueden encumbrar al aún primer ministro, son de los que dan miedo: una alianza de grupos de extrema derecha que incluye candidatos abiertamente racistas y homófobos, que no sólo tendrán peso parlamentario (todos tienen entre 6 y 9 escaños) sino que querrán quedarse con ministerios clave y condicionarán la política en educación o sanidad, esenciales.