Volodymyr Zelensky, flaquea en su fingida recia personalidad que expone a diario pero que definitivamente no posee, la ira y el odio lo dominan y el mundo lo ve.
Si bien la tensión de meses de guerra, el sometimiento a voluntades extranjeras, la presión ideológica de sus militares, las múltiples y silenciadas denuncias y desmanes contra su población que huye de la tragedia de su país, es que allí hay de todo, incluida la imposibilidad de su gobierno.
Las precipitadas declaraciones de Zelesky invitando al mundo a la guerra como los niños odiosos en el patio de la escuela jugando escondidas, distan mucho de las sabias y aplomadas declaraciones de los presidentes Joe Biden de EE. UU y Andrzej Duda de Polonia. Biden incluso cuestionó al ucraniano y dio línea para que OTAN con su presidente Jeans Stoltenberg, que en comienzo también se mostró excitado, atendieran de manera proba las investigaciones y desteñir la escalada de un conflicto mundial que muchos siguiendo la demencia de Zelesnky quisieran apoyar.
El discurso de Zelesnky provocado por su ineptitud, su “sangre caliente”, y por el odio que profesa a Rusia, no logra emanciparse pese al esfuerzo de sus asesores que cada noche le preparan cuidadosamente un discurso que inversamente termina desnudando las falencias del gobernante, su pobre comprensión del mundo que le reduce la visión simplista de la realidad, no logra el control emocional, su furia incluso no convence.
Creer que se puede combatir a un enemigo indestructible con bravuconadas y especulaciones son una alucinación, sólo es volver en uso de los términos precisos sin sucumbir a pasiones y chantajes.