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Cavilando
Olió a San Juan y a San Pedro y sonó en el preconsciente de todos. Fue como una nostalgia amañada que se asomó por entre el confinamiento a la felicidad de estar vivos en la incesante pregunta ¿cuándo pasará esto? Primero creo responder si sentimos que somos otros, tal vez mejores o peores, o tal vez seguimos bajo el mismo comportamiento miserable de siempre.
Al comienzo creímos que era una momentánea situación que ahora después de 100 días nos entorcho el rumbo. Lo que ha sucedido así quedará, regresará una anormalidad que se hace normal. Al contrario, será peor. Tuvimos afán en el después, pero antes del después está el presente y ese presente ya está aquí.
La crueldad de la verdad cuando se encuentra es que no se admite y consciente o inconscientemente la negamos, sabemos que la vida se vive hacia delante, pero se entiende hacia atrás. Estos festivos de los santos Juan y Pedro, nos entraron en añoranza y buscamos al menos una miga del pasado. Queríamos saber qué y cómo llegaría, pues aquí está.
Un vendedor de aguacates me dice mientras yo le compro ¿porque la gente no quiere comprar? ¿La gente tiene miedo? Si, respondo- por ahora sí pero cuando el miedo nos pase usted tampoco va a vender-, me mira ausente y me retiro pensando en que somos incapaces de vivir con la incertidumbre, necesitamos saber que va a pasar y por eso mal acudimos a informarnos.
El después trajo la falsa y mala información que absorbe y enferma, redes que no saben lo que dicen y medios con mentiras pagas en voces y figuras haciendo gala de su imbécil inteligencia, desconectan la realidad provocando mayor dolor y afectación. Es una pena muchos prefieren una mentira vestida de verdad que una verdad al desnudo.
Ahora, después del después, aquí pareciera que todos somos culpables y todos tenemos la verdad, pero también todos hemos mentido. En este colectivo de contagio no existe refugio seguro diferente al confinamiento que nos saque del lío, vamos a morir, obvio, razonable es que de cualquier manera sucederá, pero que sea de manera individual.
Mientras entro al edificio que resido un vecino se retuerce de rabia porque el de más abajo no lleva tapabocas, pero, él salió hace tres días y aún no volvió. Y es que, por un lado, nos han vendido una falsa sensación de control que provoca exceso de protagonismo y, por otro lado, muchos no aprenden y no lo harán, van a persistir en la decrepitud del señalamiento y su propia ceguedad sin importarles que el después ya esté aquí.
Seguir en la trasformación que nos toca, hará que encontremos rápido maneras de agruparnos en vez de seguir aislados, recordemos que la amenaza masiva es apenas una muestra pequeñita del flagelo de la guerra, de la insoportable soledad y la de ausencia de vida que hace movimientos tan rápidos en nuestro lento viaje por ella. Después de 100 días el después llegó, esta aquí y la incertidumbre de mañana no deja su agobio.