Hacer ver la guerra Rusia – Ucrania en el contexto del pensamiento occidental con respecto a ellos determina un análisis poco equilibrado.
Sin duda asistimos como nos tocó como la pandemia del coronavirus a una nueva carrera armamentista.
La intervención de la ONU en su vía diplomática aparece como el puente más estable para no perder la ruta de un acuerdo que lleve la guerra a su fin. Mientras ello sucede, la OTAN a través de sus miembros aliados, ofrece más armamento pesado a Ucrania, con lo que se condiciona un final a muy largo plazo.
Esta guerra despierta a Europa que parecía haber superado los estertores de la primera mitad del siglo XX y que hasta hoy se presentaba lúcida y vigorosa, socialmente anhelada y vista como modelo de economía y desarrollo. La nueva realidad de Europa la establece la dependencia energética de Rusia y militar a través de la OTAN de EE. UU.
Ahora todas las naciones saben que deben protegerse y velar por la no pendencia de terceros. La militarización provoca una carrera armamentista en la que gana los países con industria militar poderosa.
Alemania que ahora está internamente dividida, va a enviar por su cuenta armas pesadas a la guerra, ya las estaba vendiendo a otros países que a su vez remitían a Ucrania. En este punto hasta los ecologistas del partido verde ha dado su voto a favor del envió de armas, algo inconcebible hasta ayer.
Pero además de Alemania, toda Europa se sumerge ahora en la necesidad de obtener gas incluso de aquellas naciones con las que nunca negociaron por considerarlas autócratas y poco fiables. (Qatar – EAU – incluso Venezuela) entre otros.
Mientras Europa hace el trabajo sucio, EE. UU. es el más ganador, no sufre y mantiene sin el riesgo de una bala a su territorio, estimula y patrocina la guerra con el cuidado de no enfadar al gigante ruso, insiste en la victoria de Ucrania, mantiene el control de una resucitada OTAN, incita prácticas militares y económicas contra el enemigo que para ellos no lo es tanto.
El Kremlin no va a ceder, el mundo se durmió mientras ellos intervinieron en Siria y en Crimea, ahora vienen por el Donbast con Mariúpol como centro, buscará en algún momento llegar a Moldavia con bastiones nacionalistas a su favor y en un lejano momento también querrá hacer el puente en los países Bálticos para comunicar Kalingrado.
La motivación de EE. UU para que OTAN acepte a Suecia y Finlandia no mortifican a Rusia que pese a ello amenaza con armas desconocidas en caso de intervención. La desventaja es notoria en el presupuesto que manejan la unión europea con 800 millones de euros frente a los 600 mil millones de Rusia.
Por ahora la guerra continúa y los puentes de la diplomacia no pueden romperse, de ser así estaríamos avocados a la irracionalidad de una guerra mundial.