Fue así como el 22 de diciembre de 1622, en un tambo con techumbre pajiza, se congregaron españoles y nativos para fijar la fundación.

Vale decir que Juan de Villabona y Zubiaurre fue quien comisionó al cura y al capitán en la misión de dar una misa en esta población y construir un caserío y una sacristía con buenas maderas, varas, vigas y estantillo en un área de 110 por 25 pies, con acabados típicos de un bohío y apto para que los indígenas vayan al culto.
Por otro lado, el acta declaró que a todos los indígenas desplazados les fueran entregadas buenas tierras para trabajar, incluyendo a aquellos a cargo del capitán Andrés Páez.
Como el término procedía de la lengua ‘Guane’, se cree que la palabra “Bucaramanga” terminó derivándose así: «Bucar», que significaba señor; y «amanga», que traducía casa. Mejor dicho: Nuestra ciudad fue bautizada de la misma forma como se le conocía a la casa del “amo y señor”.