Los 200 años de independencia de Portugal se celebraron en medio de desfiles militares, actos de campaña política y la creciente desilusión de los habitantes de la que se creyó alguna vez era la más viable nación para la prosperidad.
Las celebraciones en todo el país estuvieron acompañadas de manifestaciones políticas de cara al proceso electoral de octubre y que muestra como opcionados candidatos al actual presidente Jair Bolsonaro y al expresidente Luis Lulla Da Silva/LP7D/andina.pe
El siglo XXI abrió una nueva posibilidad de la soñada independencia aliada al progreso, 22 años después nada diferente al crecimento de la desigualdad y la pobreza ha sucedido, como en 200 años.
La modernidad le ha llevado por un camino de aciertos y errores que cada vez exponen más la problemática social. Nada diferente a los otros países de la región.
Quizás el gigante de Sur América vende su mejor imagen con el fútbol, los carnavales de Rio, su modernísima capital Brasilia y la majestuosa empresa Petrobras, fuente de crecimiento económico, pero tambien el botín más preciado por los saqueadores de los gobiernos de turno.
Las promesas de la izquierda y la derecha han terminado en juicios de corrupción que han roto la credibilidad, los votantes electores sometidos a brindar apoyo que le genere una posibilidad con el gobierno en turno para no morir de hambre. El presente ahora es tan oscuro como el pasado.
La convicción de justicia y llevó a la izquierda de Lulla Da Silva al poder, programas de enfrentar decididamente a la pobreza, un reconocido crecimiento económico y luego el a debacle provocado por actos delictivos contra el estado y la economía nacional sumieron en la desilución al país.
Después, la derecha con Jair Bolsonaro recibió el apoyo de un pueblo traicionado. Las drásticas medidas afectaron la financiación de la educación y la protección del medio ambiente.
Más de 63 millones de brasileros viven en la pobreza y más de 125 millones tienen inseguridad alimentaria. La distribución de tierras muestra que el 45% del territorio está en manos de un 1% de la población y que el 1% concentra la renta nacional.
El país se divide entre seguir en la espera de una lenta y no segura transición de mejoría o intentar de nuevo con la izquierda y el perdonado Da Silva.