La estrategia de Joe Biden fracasó, otra perdida internacional. Volverá a imponer sanciones o prevalecerá el compromiso como defensor de los derechos humanos y la democracia.
Joe Biden el presidente de Estados Unidos está perdiendo en todos los frentes. La política, la economía, el Congreso, la poca credibilidad de sus palabras que sólo tiene algún alcance cuando antepone amenazas de sanciones y violaciones disimuladas /LP7D/
Sus políticas de gobierno han generado cada vez mayores preocupaciones y desencanto. La pobre gestión económica en la que sólo sabe gastar y gastar ha elevado la deuda de Estados Unidos más allá de los 33 mil billones de dólares, algo descomunal y con considerables consecuencias. Las millonarias sumas destinadas a sostener la guerra en Ucrania han descompensado programas internos y el compromiso con las residentes de la frontera sur. La inatajable llegada de migrantes del mundo, pero principalmente de Centro América y Venezuela no tiene la asistencia suficiente y dispara los indicies de inseguridad y salubridad
Ahora las necesarias inversiones en la guerra del Medio Oriente que su secretario Antony Blinken busca “conciliar” sin parar el bombardeo porque ello implica detener la producción militar que genera grandes rubros. No va a suceder la guerra no puede parar así el mundo lo exija como la hace ahora mismo. Biden recordó hace unos días que ellos son la nación más poderosa del mundo y ello también creció esa visión imperialista que el mundo tiene de él y su país.
Pero con todo su poder Biden está perdiendo también en el congreso, si bien consigue recursos para Israel, la asistencia a Ucrania se detiene y obliga el camino diplomático que implica bajar a Volodimir Zelensky del poder y buscar con rapidez su sucesor, un hombre con capacidad negociadora.
Biden recibió su mandato saliendo humillado de Afganistán tras 20 años de invasión norteamericana y no lograr el exterminio ancestral y cultural de los talibanes. El mundo desde la ONU le ha exigido por mayoría absoluta frenar las sanciones al sufrido pueblo de Cuba que por 60 años ha soportado el aislamiento del mundo. Biden nada ha hecho por mejorar las relaciones y tercamente se aferra a las sanciones que conllevan pobreza y hambre.
Con Venezuela que es un clavo en el otro zapato de Biden, intenta negociar con mediación de Qatar. Ambos países tienen año electoral en 2024 y el mutuo interés del aumento en el suministro mundial de petróleo y exportaciones de oro, elecciones libres en Venezuela, liberación de presos políticos, reducción del número de inmigrantes que cruzan ilegalmente la frontera con México y una oportunidad de sacar de la órbita de Rusia, Irán y China a una nación latinoamericana clave, y volver a la democracia. Nada está fácil.
Las presiones desde la era Trump contra Maduro fracasan, le arrimaron a Moscú, Teherán y Beijín. La propuesta de poner a Juan Guaido fue otro fracaso, creció la migración y aumentaron ese flagelo en la era Biden.
Antony Blinken, secretario de Estado, intentó engañar a Maduro invitándole a buscar un alivio de las sanciones a menos que el gobierno de Maduro tomara medidas a finales de noviembre hacia elecciones libres y justas en las que todos los candidatos pudieran presentarse. Allí hizo la presentación de María Corina Machado, una política suspendida. No funcionó el engaño de EE. UU. Maduro y sus altos funcionarios reaccionaron alegando fraude en las primarias de la oposición, luego declararon ilegal todo el ejercicio y abrieron una investigación criminal.
Biden apostó y fracasó, pero EE. UU. deberá cumplir su promesa en favor de la población civil. No hacerlo lo llevara a crecer su negativa credibilidad como defensor de los derechos humanos y la democracia. Es probable que ello le importe un “carajo”, pronto será historia…