Cómo gestionar el agotamiento y la contaminación de las aguas subterráneas para asegurar la seguridad alimentaria.
Aunque es un bien esencial para la vida, el agua suele darse por descontado. En especial, cuando este oro líquido está oculto bajo el suelo. Sin embargo, como todos los recursos naturales, el agua dulce es finita y su suministro se está reduciendo significativamente debido a nuestra manera de vivir y a la agricultura que desarrollamos.
Las aguas subterráneas han permitido sacar de la pobreza a millones de personas desde que las tecnologías de perforación y las fuentes de energía para el bombeo pasaron a estar ampliamente disponibles para los agricultores rurales en la segunda mitad del siglo XX. Se calcula que la contribución económica de las aguas subterráneas a la agricultura alcanza actualmente los 230 000 millones de USD en todo el mundo.
La Revolución Verde de la India, que en la década de 1960 puso fin a siglos de hambrunas y contribuyó de forma decisiva a sacar al país de la pobreza, le debe mucho a la abundancia de agua que se encuentra bajo su superficie. Hoy, el país es uno de los mayores usuarios de aguas subterráneas de todo el mundo: este valioso recurso satisface la demanda de cerca del 60 % de la superficie regada.
En América del Norte y Asia meridional, por ejemplo, el 59 % y el 57 % de la superficie provista para riego depende de las aguas subterráneas.
La creciente escasez de este oro líquido afecta a todo el planeta, aproximadamente el 70 % de las extracciones de aguas subterráneas se destinan a los cultivos de alimentos e industriales y a la cría de ganado.
La FAO (La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, ONUAA, o más conocida como FAO,) recomienda que los países consideren una gran variedad de soluciones basadas en la naturaleza para la gestión del almacenamiento de agua, por ejemplo, conceder más importancia a las reservas naturales y almacenar el agua superficial en llanuras inundables, humedales y ríos con curso sinuoso de origen natural.