La crisis del coronavirus ha traído una etapa de reorientación y búsqueda de nuevos significados
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La adolescencia es un periodo generalmente difícil, pues las necesidades sociales de aceptación se hipertrofian. Además, el cuerpo experimenta cambios muy notables y el individuo se cuestiona el papel que ocupa en la sociedad.
Se trata de una etapa de reorientación y búsqueda de nuevos significados. En ella se exploran los propios límites y se redefine la identidad. Es el espacio limítrofe entre la niñez y la vida adulta.
Su particular efervescencia se traduce en un riesgo acentuado de alteraciones emocionales. Particularmente con la aparición de tristeza y ansiedad (relacionadas con los vínculos sociales y con las exigencias académicas).
Hoy en día sabemos que la crisis por coronavirus ha generado importantes resonancias emocionales en los adolescentes. Concretamente se relacionan con una tendencia aumentada a experimentar síntomas ansiosos y depresivos.
Son muchos los jóvenes que están refiriendo sensaciones de ansiedad difusas pero sugerentes de una hiperactivación de su sistema nervioso simpático, tales como inquietud y problemas para dormir (con una alteración específica de los ciclos naturales del sueño).
Asimismo, los ataques de pánico, entendidos como episodios agudos de intensa activación fisiológica, también han acentuado su prevalencia.
Dicha circunstancia se asocia a un aumento del riesgo de trastornos mentales. Además, puede ser particularmente crítica en el caso de las chicas adolescentes.
Por eso, mantener a los jóvenes bien informados, así como facilitar vías para que puedan intercambiar sus experiencias emocionales resulta esencial para prevenirlos.
Otra de las amenazas destacables reside en el eventual desarrollo de un trastorno de estrés postraumático en adolescentes. Esto podría ocurrir sobre todo entre aquellos que experimentaron alguna pérdida significativa o que temen intensamente por su salud o la de otros.
La situación sanitaria actual implica para el adolescente un aumento de sus relaciones familiares en detrimento de las que pudiera desarrollar con su grupo de iguales. Se trata de una tendencia inversa a la natural durante este periodo de la vida.
Esta circunstancia incrementa la probabilidad de roces en la convivencia aunque pueden ser amortiguados con la programación de actividades compartidas y con valor reforzante.
CON INFORMACION: tehconversation.com