El estado alemán no ha indemnizado a los familiares de las víctimas / Un comando palestino del grupo «Septiembre negro» asalto la villa olímpica y tomó como rehenes a nueve atletas israelitas tras matar a otros dos / la masacre apenas empezaba.
Los familiares de las víctimas del atentado han anunciado que boicotearán la conmemoración. Casi medio siglo después, el gobierno alemán aún no ha llegado a un acuerdo para indemnizar a los familiares de los atletas israelíes asesinados /LP7D/
«Los alemanes -continuó-, que hace treinta años fueron monstruosamente eficientes para exterminar a seis millones de nosotros, han demostrado hoy ser terriblemente ineficaces en el intento de liberar a mis nueve compañeros de las manos de los terroristas árabes». dijo en aquel entonces un joven deportista israelí /LP7D/
18 horas del ataque y secuestro. La huella olímpica del horror; once deportistas israelitas, un policía alemán y cinco terroristas palestinos muertos.
«La tragedia de Múnich ha sido el resultado de una serie de errores de varios organismos que, vistos como un sueño de Alan Poe, aparecen como inconcebibles» escribe el periodista Livio Caputo.
Los terroristas conocían con gran precisión el lugar. Conocían la situación exacta de los guardianes. Vestidos como deportistas y con fusiles AK-47 y granadas ocultas en bolsas de deporte, asaltaron la sede israelí el 5 de septiembre a las 5 a.m.
No se previó la posibilidad de un atentado por lo que no había guardia, sólo el entrenador del equipo de halterofilia israelí, Moisés Weinberg, dio la voz de alarma y cayó abatido de un disparo. El levantador de pesos Joseph Romano también les hizo frente recibió una ráfaga en el vientre. Nueve atletas israelíes quedaron como rehenes.
La policía alemana llegó, pero ya los terroristas palestinos controlaban la situación. Enviaron un ultimátum, «los matarían a todos si a las nueve de la mañana no habían sido liberados 200 presos palestinos en cárceles israelíes y trasladados a un país árabe».
El Gobierno bávaro trató de negociar con los secuestradores. Les propuso un rescate en dinero e incluso el ministro del Interior se ofreció a intercambiarse por los atletas, se ganó tiempo.
El embajador de Israel, Ben Zorin, fue tajante: por ninguna razón en el mundo su Gobierno se plegaría a las peticiones de los terroristas. Israel daba carta blanca a los alemanes para tratar de liberar a los rehenes con todos los medios a su alcance.
Alemania hizo varios intentos de incluir policía secreta a la sede mediante entregas de alimentos, todos fracasaron. Una invasión química con gas para adormecer no fue favorable por las condiciones del sitio. Un agente policiaco disfrazado de atleta llega a la terraza, pero cae a tiro de un terrorista.
El Gobierno alemán puso un avión a disposición de los terroristas a fin de llevarlos – solo si los rehenes están de acuerdo – a El Cairo. Pero Anwar el-Sadat no se dejó encontrar. Los demás jefes de Estado árabes también se lavaron las manos.
La noche trajo la esperanza de que los terroristas cometieran algún error, pero no hubo nada que hacer, los terroristas y rehenes subieron a un autobús y luego hasta dos helicópteros y de allí 25 km. hasta el aeropuerto. Estaba definido por el comando palestino, a las 8 a.m. del 6 de septiembre iniciarían los fusilamientos en el lugar que se encontraran, si Israel no cumplía.
En el nocturno aeropuerto un enorme despliegue de francotiradores y docenas de agentes de policía, ninguno estuvo dispuesto a subir como tripulante (Disfrazado) al avión. Permanecieron en barracas en proximidad a la pista y a la torre de control, el avión con luces encendidas esperaba. Ya la autoridad alemana había decidido a toda costa impedir el despegue del vuelo «confiados en la eficacia alemana, acariciábamos la ilusión de que las autoridades tenían un plan bien estructurado para superar a los guerrilleros». Expresaría luego un vocero alemán. No fue así, se supo luego que hasta el último momento hubo divergencia de ideas.
Con los helicópteros en el aeropuerto, existía una única orden «abrir fuego en el instante en que consideraran que podían poner al mismo tiempo fuera de combate al mayor número de adversarios»».
El jefe terrorista regresaba a los helicópteros tras inspeccionar el avión… de repente resonó un disparo y uno de los secuestradores cayó. Era la señal, dos terroristas más fueron alcanzados, el jefe logró esconderse, los otros cuatro guerrilleros respondieron con sus fusiles ametralladores.
Disparos y gritos en tres idiomas ordenaban e intimidaban. Después un silencio de muerte mientras llegaba el refuerzo que impedirían la fuga. Pasó una eterna hora. Murmullos en árabe y la declaración del jefe de la Policía, Manfred Schreiber, «Mis hombres no están preparados para un ataque de este género».
«A las 00,04, Por un instante todo el cielo se ilumina, luego se cubre de una nube de humo espeso y negro. Ráfagas de ametralladora, trepidar de motores, sirenas de bomberos y ambulancias» escribe Caputo.
La Policía contó que uno de los terroristas había lanzado una granada al interior de un helicóptero. Cuando los agentes llegaron ante los restos del aparato comprobaron que cuatro rehenes habían muerto. En el otro helicóptero hallaron a los otros cinco asesinados.
La tragedia de Múnich había ocasionado un total de 17 víctimas: once israelíes, cinco terroristas árabes y un agente alemán que falleció en el tiroteo. Quedaron con vida tres secuestradores de «Septiembre negro» que fueron encarcelados.
Días después de la criminal acción de los guerrilleros palestinos las fuerzas aéreas israelíes ejercían venganza contra los territorios árabes de Siria y Líbano. Y, como siempre, nuevas víctimas sin culpa. La violencia engendra violencia».