Mientras permanecemos agobiados por tanta información que desinforma y a merced de las “antisociales redes”, esa pregunta ronda en muchos lugares y muchos profesionales con quienes comparto a diario las tareas de analizar la comunicación.
Camino por senderos arborizados en una ciudad encantadora y rodeada de ambientes sanos, la gente va y viene, ahora todos hablan solos… los minúsculos audífonos son parte de ir a pie, en bici y en el auto, todos somos un cúmulo de simpáticas expresiones.
Ese entorno me da mucha paz que me llenan de motivos e ideas de estar libre de la necesidad de dejar algo atrás. Pero aún somos escépticos, todavía no confiamos en que sería lo ideal. Así que los invito a que lo intentemos. Nacimos sin la urgencia de dejar algo en este mundo, todo lo provocamos nosotros mismos y no tendríamos que liberarnos de nada.
Ese sentimiento cognitivo de que algo queda de nosotros después de morir y en medio del sarcasmo de la cristiandad de que “todo muerto es bueno” debe tranquilizar. Una fotografía, un libro un buen recuerdo será suficiente cuando estemos más allá. Pero sin irnos, ¿acá qué?
No es difícil entender, el sentimiento «puramente racional» nada de acá estará en el más allá. Me vienen imágenes de amigos que se han pasado la vida esforzándose por crear algo grandioso y se han perdido en la vida misma. Ahora siento que es más importante ser amable con criterio. “No discutimos con las personas, lo hacemos con sus ideas”, desde la sala de redacción universitaria lo aprendí.
¿Qué vamos a dejar atrás aquí hoy, en vida? Cada uno sabrá, camino entre el frescor de la tarde cada tarde y cada día, soy un loco más como todos llenos de ideas. Creo que dejar las cosas tal como las encontramos es un buen comienzo.
No es justo exigir a otros dejar nada atrás, es incorrecto y ocioso. La tranquilidad de obrar en libertad y a discreción es el antojo de cada ser y esa su felicidad. Sólo tú decides lo que quieres dejar atrás.