Volodomir Zelensky, presionado por EEUU, acepta celebrar elecciones en su país como preámbulo de su salida del poder. Hacerse a un lado permitirá un avance en la situación estratégica de paz para Ucrania y una traición a los líderes de Europa que han alimentado la guerra para ocultar sus dificultades y poder insertar una economía de guerra a sus 700 millones de ciudadanos.
El presidente de EEUU, Donald Trump, sabe que Zelensky no puede firmar ningún documento porque no es legalmente reconocido y, además, no solo por la constitución que prohíbe la cesión de territorios, sino también porque el negocio incluye la protección de la vida de Zelensky y su familia, al menos en un futuro próximo.
El llamado de elecciones en Ucrania implica una reforma constitucional que debe tener en cuenta que el Estado está en condición o sometimiento de guerra; la ley marcial prohíbe cualquier tipo de elección y un alto el fuego es improbable mientras cada día se siguen perdiendo territorios y las tropas de defensa se desintegran. Debe asumir otro líder, eso sí, dispuesto a firmar los acuerdos que Zelensky no.
Las elecciones en Ucrania deberían celebrarse antes de 90 días y Zelensky no se presentará como candidato porque no lo desea, y el temor de ser enjuiciado por corrupción y delitos concernientes a la guerra provoca desde ya reacciones extremas que hacen que ya esté pensando en refugiarse en EEUU o Israel, lugar en el que muchos de sus súbditos amenazados por diferentes delitos han ido a asilarse, dada la dificultad de extradición que las leyes judías otorgan.
Los líderes en Europa reciben la noticia como una bofetada, un balde de agua fría que sin duda es altamente considerado perjurio; la salida de Zelensky implica la culminación de la guerra y con ello el derrumbe de las políticas de rearme de la UE; sin justificación, todo caerá. La determinación de Zelensky ha sido un acuerdo con Trump y una traición a los líderes de Europa.




