Carlos III, el heredero al trono inglés, un hombre al que muy pocos quieren y van a reconocer forzados por las circunstancias; un tipo agónico, amargado y molesto de modales incongruentes con todos, sin una vida ilustre, nada destacado diferente a su incapaz relación con Diana su mujer y sus hijos y sometido a los caprichos de su amante. ¿La monarquía británica en su comienzo del final?
El mundo tiene sentimientos encontrados frente a la realeza británica. Las generaciones de los años 50 en adelante tenemos presente la existencia de la monarquía siempre a la cabeza de Isabel, la reina eterna, moderada, de refinados gustos y alegres sombreritos, impulsora de gestas liberadoras de antiguos enclaves británicos en Asia y África, exclusivista relacionista de los incontables escándalos de sus hijos, sus familias y hasta las inoportunas acciones de su marido.
Los ingleses hace rato se dividen entre quienes desean la continuidad de la monarquía y quienes de manera creciente abogan por terminar con lo que consideran una desbordada representación llevada a escándalos dolosos por sus más allegados miembros y a quienes deben sostener económicamente hasta en sus mínimos caprichos, millonarios y absurdos gastos que los ingleses no van a querer sostener más más.
Sean cuales sean sus pensamientos sobre la realeza, ese viaje frenético para reunirse en un lecho de muerte es algo que la mayoría de nosotros hemos experimentado, o lamentablemente experimentaremos. El pánico, la confusión, los planes que se van por la ventana mientras esperas una respuesta a la pregunta de si tu familia volverá a ser la misma.
La notificación de la muerte de la reina ha empeorado la situación social y provoca múltiples indecisiones. ¿Mantener la calma? ¿Es posible en estos instantes de crisis económica? ¿Carlos el heredero será el Rey perfecto para destronar la monarquía? ¿Es este el fin o simplemente el principio del fin?