La sensatez diplomática podrá más que ansias de guerra, operaciones especiales y ataques militares / Los carteles de la droga estan en México pero es el mundo que obedece a la amenzade un mercado millonario que consumen los norteamerianos/ Trump se instala bajo la condición de » revolucion del sentido comun», la invasionfronteriza ha terminado.
Trump se asienta en Washington y la frontera sur llama la atención por las desiciones que para ella tome el repitente gobenrnate de la Casa Blanca. Pero como los carteles y ligado a su hecho la inmigración ilegal es igual o más grave, ambos asuntos hacen parte del crimen organizado que azota al gigante del norte de América.
Multiples drogas consumen a los habitantes de las ciudades estadounidenses, el transporte de inmigrantes ilegales lleva criminales violentos y traficantes de personas
Las soluciones políticas y la sindicación de los responsables conducen a el uso recomendado de atacar con la fuerza militar, lo sugieren Tom Homan, el zar fronterizo de Trump y Mike Waltz, su asesor de seguridad nacional.
Los estadounidenses y los proestadounidenses en el resto de américa lo ven como una ingeniosa película en la «rambos» estadounidenses eliminan a los criminales bárbaros que ocupan y oprimen gran parte del México rural y que han sido responsables de tanta muerte y destrucción en ambos países. Pero no comprende en absoluto la dinámica de la política mexicana ni las circunstancias sociales, políticas y económicas que permiten que los cárteles prosperen.
Trump insiste en meter miedo pero tambien llama a actuar con sentido común y ello contiene que los defensores de los derechos humanos, el gobierno mexicano jamás permitiría que el ejército estadounidense operara libremente en suelo mexicano. México es un país orgulloso y patriótico, y los mexicanos sienten desde hace mucho tiempo un profundo resentimiento hacia sus vecinos más poderosos del norte. Estados Unidos tiene una larga historia de intervenciones e invasiones, desde la guerra mexicano-estadounidense que vio a México perder grandes porciones de su territorio hasta la ocupación de Veracruz durante la Revolución Mexicana. El pueblo mexicano nunca ha olvidado esas humillaciones, y el sentimiento antiamericano sigue siendo una poderosa fuerza política. Incluso si los líderes mexicanos fueran amistosos con Estados Unidos y estuvieran dispuestos a aceptar ayuda militar contra los cárteles, la reacción popular contra el hecho de que las fuerzas militares estadounidenses pisen suelo mexicano sería demasiado grande para superarla.
Convertir a los cárteles en figuras de la resistencia popular sería catastrófico y convertir su erradicación en una pesadilla mucho peor. Los cárteles están profundamente arraigados en el tejido social del México rural. Florecen en zonas donde la capacidad del Estado y el imperio de la ley son débiles, donde pueden utilizar las ganancias generadas por los ingresos del crimen organizado para financiar su aparato de seguridad cuasi estatal, sobornar a funcionarios de los gobiernos locales y a las fuerzas policiales y proporcionar ayudas a la población para mantener bajo el nivel de malestar. Una invasión suave de México sería catastrófica para la única solución a largo plazo para la violencia de los cárteles: un gobierno mexicano lo suficientemente fuerte como para mantener el orden y el funcionamiento regular del gobierno mucho más allá de la Ciudad de México.