Las actividades pagadas para representar cualquier interés e influir en las decisiones al respecto se conocen como lobby. En este contexto los medios invocan libertad de expresión para defender la libertad de firma, en realidad más que informar son “usados” tácticamente para incidir en las decisiones de poder, vigilancia, control y dominio.

Los sistemas de gobierno público y privado contemporáneo tienen a su servicio todo tipo de medios y estos a su vez todo tipo de herramientas para alimentar el propósito de sus dueños que están determinados a influir en todas las líneas del poder, ejecutivo, jurídico, legal y comercial.
Los medios perdieron desde siempre su esencia de intermediar, apenas intentos y simulaciones que desvanecen con el devenir y hacen cada vez más evidentes su pérdida de vigilar y proteger, denunciar e intermediar, es decir, los medios han extraviaron la trasparencia de significar la libertad de expresión y son apenas un modelo empresarial con el poder de representar y expresar el interés de los grandes conglomerados a los que generalmente pertenecen. Es una realidad que preocupa a la prensa y a los periodistas serios. Los medios antes que informar hacen lobby para sus propios negocios, antes que defender la libertad de prensa, defienden la libertad de empresa.
Los medios son inequívocamente voceros de sus amos, operan y militan para el relato hegemónico construyen narrativas y marcos interpretativos a conveniencia para embestir, polarizar, establecer fisuras y hacer crisis. El poder mediático del lobby incide y entrevé emociones con afectación a entornos que propician control y vigilancia.
La connotada frase “sin medios no hay lobby” condensa como axioma el acceso a los medios, factor clave para el éxito. Implica igual, una palpable realidad táctica; publicidad, propaganda, sesgo, tergiversación informativa, auto restricción de libertades de pensamiento y expresión, incluso, ocultamiento y negación de fuentes fidedignas y uso de personas de condición impoluta para favorecer el propósito.
Si bien el poder está en los medios, son las empresas de comunicación las creadoras de estrategias para liar el propósito entre lo político y lo económico, aprovechan la ausencia de regulaciones mediáticas para desvirtuar la genética de pluralidad y juicio crítico en pro de la concentración económica del poder.
Los grandes medios defienden el interés económico de sus dueños antes que el interés de libertad informativo para sus audiencias que en todo caso son cada vez más silenciadas.