El presidente de EEUU lo tiene claro: derrocar a Maduro. La intervención está a la vista mientras crecen activos militares en torno a Venezuela. Nicolás Maduro es el dictador del narcoterrorismo ilegítimo responsable de una vasta operación de crimen y muerte en suelo estadounidense.
Pocos dudan de que Maduro es un tirano que ha oprimido y empobrecido a los venezolanos, pero su gobierno sobre el país no es el peor escenario posible para Venezuela. Parece que hay algo más crítico al colapso económico: el terror de la policía secreta, una población extenuada, una ola masiva de refugiados que vagabundean por toda América en busca de mejores condiciones. La historia nos ha enseñado que las fuentes de miseria son inagotables; así, las cosas siempre van a empeorar.
Venezuela es uno de los principales puntos de salida al mundo de ingentes cantidades de droga que operan redes de narcotráfico que vienen de Colombia principalmente y con alguna complicidad histórica. Ahora el fracaso de un plan de paz que suponía negociar con las guerrillas, grupos disidentes y ejércitos de bandas criminales que abonan el narcotráfico parece que se ha fortalecido en los últimos años con la extensión de terrenos en producción. La materia prima para el complejo logístico criminal de Maduro y sus carteles está bien subsidiada.
Miles de kilos de cocaína colombiana pasan por Venezuela cada día rumbo al millonario mercado estadounidense y europeo, operado con intervalos por aire en pistas clandestinas en Centroamérica. Maduro y el gobierno venezolano facilitan el paso incluso a cambio de una parte de las ganancias. Pero los cárteles en Venezuela no tienen una presencia territorial significativa; no controlan territorios rurales, ni cultivan coca ni la procesan para obtener cocaína en Venezuela; todo viene de Colombia, incluso algunos determinan con vista gorda del gobierno actual. Si se vuelven demasiado agresivos, Maduro ha ejercido toda la fuerza del Estado contra ellos; no le interesa permitir que el crimen organizado forme centros de poder alternativos.
Pero la situación podría ser más gravosa si el gobierno venezolano cae; el poder que mantiene a raya a los cárteles, así sea con concesiones y conductas delictivas, desaparecerá. Vendrá un periodo en el que todo estará sin control legal; la incapacidad, incluso con intervención de personal de EEUU, no llegará a las zonas más remotas del país, especialmente a la Amazonia.
Entonces las guerrillas de Colombia, como el Ejército de Liberación Nacional (ELN), tendrán un territorio significativo al otro lado de la frontera por el que ya transitan y gobiernan tras permanentes enfrentamientos con el gobierno colombiano. La posibilidad de que estos grupos, que son apoyo de los carteles, se beneficien significativamente con los bastiones y conexiones preexistentes de partidarios de Maduro, su gobierno y su ejército. La revolución bolivariana huirá a las montañas y la selva sin más remedio. Los remanentes del caído régimen fortalecerán la base de poder guerrillero en la frontera colombo-venezolana.
Maduro puede ser tiránico, pero su régimen no es comparable con la brutal realidad de la guerra de cárteles y el negocio criminal de las guerrillas: desapariciones forzosas, desplazamientos, extorsión y secuestro. Un después de la intervención para deponer a Maduro pondrá un nuevo escenario de largas marchas, no hacia otros países, sino a la región amazónica, que pudiera sumir a Venezuela en una terrible guerra civil. Una intervención más profunda y con personal militar de EEUU frente a terribles guerrillas supondría otro escenario de muerte.
Entonces, ¿una transición pacífica es el resultado preferible de la presión de EEUU sobre Venezuela? Sí, es probable que el régimen quede sin el castigo merecido, pero evita la creación de un vacío de poder y reduce la probabilidad de que se introduzca un conflicto guerrillero.
El gobierno de Venezuela ha ofrecido a la administración Trump un plan para que Maduro dimitiera gradualmente y transfiriera el poder al final de su mandato presidencial, una muestra del poder de la presión que se ejerce ahora y cómo Maduro está considerando si sería racional retirarse mientras las cosas no empeoran. EEUU ha rechazado la oferta inicial, pero la propia propuesta podría significar que, con mayor presión, se pueda alcanzar un acuerdo más conveniente.