Las maniobras del presidente de EEUU, Donald Trump, han hecho posible la paz en Medio Oriente. Ahora es el momento de una estrategia final en Ucrania. “Prácticamente nada está predeterminado; todo puede cambiar”, dijo el presidente de Rusia, Vladimir Putin.
Trump llevó la paz a Gaza y está orgulloso de ello. Su éxito es elogiado incluso por sus detractores. Trump, presionó al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, para poner fin al asalto a la Franja y recuperar a los rehenes. El enfoque de Trump en una guerra diferente y sin resolver podría merecer aún más elogios, aunque sus oponentes políticos lo califiquen de fracaso rotundo.
Trump prometió resolver la guerra entre Rusia y Ucrania en 24 horas. Obvio, subestimó la dificultad. Su carácter no es suficiente; los intereses contrapuestos de los implicados no permiten soluciones fáciles. La frialdad objetiva de Putin, la soberbia de Zelensky, la “locura bélica” de Rutte, von der Leyen, Macron, Merz y Starmer, entre otros, el poder de Xi, las determinaciones autónomas de Modi y, en general, el empuje BRICS, hacen ahora que la guerra sea más intensa y de mayor desgaste, en el que Occidente pierde la voluntad del mundo.
Trump es la mayor esperanza de paz para Ucrania. EEUU tiene poder y voluntad política para una solución con una estrategia alterna: intensificar el apoyo militar a Ucrania y ofrecer ramas de olivo a Rusia. El apoyo militar mantiene viva la opción de un acuerdo con más presión a Zelensky para concesiones significativas a Moscú y relaciones seguras y respetuosas con Occidente en la postguerra.
Putin elogia la franqueza de Trump. “La actual administración de la Casa Blanca expresa claramente sus intereses y deseos; siempre es mejor comprender con claridad lo que quiere el interlocutor, lo que intenta lograr, que intentar adivinar el verdadero significado de una serie de equívocos, insinuaciones ambiguas y vagas”.
Ahora se entiende por qué EEUU necesita sostener como Rusia la guerra para convencerse de las negociaciones. Trump ofrece mantener viva la llama de la guerra con envío de misiles Tomahawks. Pero, Trump, también sabe que sus reservas están gravemente agotadas; enviar más va a comprometer sus propias necesidades de seguridad.
Rusia quiere un compromiso creíble de que Ucrania no pertenecerá a la OTAN y de que la OTAN no estará en Ucrania. La alianza hará por elección de Trump todo para proporcionarlo y que la capacidad militar defensiva en Kiev sea una mínima cantidad de armas. Trump va a presionar a Kiev para que acepte la limitación de las armas; sucederá.
A Trump y Putin el punto de fricción territorial, y en particular casi el 25 % de territorio perdido por Ucrania, no les interesa, no son la principal causa de la continuación del conflicto. Con alguna lógica, deberán negociar esos asuntos por vías separadas. El control del poder de Putin es firme para tener un amplio margen político para un acuerdo.
Trump necesita convencer de alguna manera a Putin de que, si la guerra termina con un acuerdo razonable, Rusia puede esperar una mejora en sus relaciones con Occidente, especialmente con Europa. Putin sabe que su guerra de desgaste es más ventajosa porque está reventando a sus rivales europeos desde adentro. Washington no puede esperar que Moscú acepte garantías vagas. Moscú necesita estar convencida de que gozará de una influencia en la seguridad europea a través de instrumentos como el Consejo OTAN-Rusia, actualmente inactivo.
Trump acertó al reanudar la comunicación con el Kremlin, mostrar respeto por Putin y proponer un acercamiento ENTRE EEUU y Rusia. Estas situaciones inquietaron a los halcones rusos en Ucrania, Europa y Washington, que ya deberán sumarse a ayudar a Kiev, dándole a Moscú un mayor incentivo para solucionar la guerra.
Si Putin radicaliza su estima antioccidental, entonces no habrá motivo para detener una guerra que está ganando. Pero Putin, así los medios en Occidente lo nieguen, mantiene un moderado pensamiento dentro del sistema de seguridad nacional ruso.
Trump y Putin son sagaces y oportunistas, saben que están en nivel superior, han mejorado sus profundos intereses y relaciones bilaterales. Ahora, Trump necesita convencer a Rusia de que la reintegración con el Occidente liderado por su país es posible, incluso si eso implica poner fin a la guerra en Ucrania.