La idea de Alemania de tener un ejército para la guerra, es apenas una muestra que en la cabeza de su lideres pesa más la condición bélica que diplomática. “Rusia nos va a atacar”, es decir, dan por hecho que en Ucrania la guerra está perdida. Conquistar la voluntad de sus ciudadanos para enlistarse quince años después de haber renunciado a la obligatoriedad del servicio militar. Alemania retrocede.
La gente no olvida la cruel historia de la Segunda Guerra Mundial que no quisieran volver a vivir. Pero los líderes de la UE insisten en mantenerse en guerra con el fin incitan al rearme y llevar a millones de jóvenes a luchar por algo que no saben qué.
La idea de “servir” a su país cada vez incomoda más a los jóvenes. «No me gusta el término patriotismo, ya que está demasiado asociado con el nacionalismo», «Pero pienso en las cosas que me gustan de mi país, como la educación gratuita y la atención médica asequible, y en cómo quiero que los niños del futuro también las disfruten. Y creo que vale la pena defenderlo» responde Noah, un hombre mayor de 35 años y enlistado como posible nuevo recluta.
Los niños en Alemania no saben de ejército y no van a querer saberlo; la política sana y humanitaria de desarme condujo a Europa por una nueva senda reconstructiva, humanista y de protección diplomática que los líderes de hoy son incapaces de gestionar. Los europeos cada vez lo saben más; ¿hasta qué punto soportarán?
Un ejército es más que un conflicto bélico, es un significado de humanidad que los jóvenes desconocen; “ir a perder un año allí no está en sus planes” insiste Noah. Algunos que entienden los escándalos geopolíticos saben que su permanencia allí tranquilizaría a su sociedad; allí internamente no existen frentes de guerra, pero en el exterior es probable. “toda la vida será preferible estar en casa y si es así, ¿un ejército para qué? Pregunta Noah.
El COVID, la invasión a Ucrania, la desestabilización política, el populismo y el fracaso de sus dirigentes hacen que el joven alemán reflexione frente a esta situación que, como el cambio climático, tiende a expresarse de manera negativa.
“Son tantas generaciones sin oler a soldado ni a fusil, puro rock, natura, la izquierda ya no sabe y la derecha tampoco, cada uno toma control y no avanza, es lo mismo siempre”, expresa Theobald, un rudo, hombre punk mayor de 50 años que en conciertos pacifistas, con tatuajes, piercing, bigotes largos, estampa rota y delgada; como él, aman al mundo, odian a Rusia y a EEUU. “Si un día nos atacan, sabes, huyo y ya”. Y como él, millones en ese pensar.
“La TV lleva videos propagandísticos de ucranianos huyendo y muriendo, combatiendo y muriendo, trabajando y muriendo… Al fin y al cabo, todos vamos a morir; mueven sentimientos con imágenes no siempre reales, hacen historias y claman paz en medio de odio” insiste Theobald.
Los imponentes campos militares y edificaciones del Ministerio de Defensa alemán son tan grises por fuera como por dentro; la invasión rusa a Ucrania es una manifestación del histórico recuerdo y la vergüenza de una causa inocultable para desistir del ejército. El nexo con el ejército del Tercer Reich siempre permanece y se contrarresta evocando la Operación Valquiria. Entonces la discreción es mucha ahora; los militares no celebran con pompa, les agobia la pena aún 80 años después y apenas 400 reclutas prestan juramento cada año.
El ministro de Defensa, Boris Pistorius, es más beligerante e insiste en la defensa y coacción “Prometo servir lealmente a la República Federal de Alemania y defender con valentía los derechos y la libertad del pueblo alemán” recitan los militares en su presencia. Se necesitan 500 mil reclutas en el nuevo ejército. Alemania eliminó la obligatoriedad del servicio militar en 2011. Ahora ha gastado millones de euros motivando la voluntariedad y aún no convence a miles de voluntarios que necesita; los beneficios y la obligatoriedad serán los siguientes pasos.
En general hay la impresión de una patria mal representada en la que apenas si se reconoce a su presidente, o su primer ministro, o el de defensa; la apatía al gobierno es fuerte. «Si algo ocurriera aquí como en Ucrania, no tendría ninguna posibilidad de ayudar, entonces solo quedaría huir, pero no todos podrán hacerlo, el ejército pudiera ser una buena opción, pero no de vida” sugiere Amalia una joven ambientalista de Bonn.
“Alemania y gran parte de Europa asisten a la OTAN por temor a ser atacados, pero sobre todo por temor a que sus ejércitos sean mal usados como en la Segunda Guerra Mundial. La Alemania funesta gastó mucho para alcanzar una mediana condición humanista y una nación pacífica, insistió en influir económica y diplomáticamente, pero hoy nada de esto es relevante con sus líderes enfermizos pensando solo en guerra” insiste Amalia.
El gasto militar alemán en 1962 era de un 4,9% y pasó a un 1,1% en 2005. Una transformación social única, pero nada desastrosa como la establecida por el presidente de EEUU, y que el ex – canciller Scholz auspicio con más de 100 millones de euros y su sucesor Merz, sometido como un peón de brega, asintió, además: la imposición de un 5% del PIB para fortalecer la OTAN. Merz destroza la constitución al recibir un préstamo de un billón de euros, equivalente a un 25% del PIB del país, algo inaudito en tiempos de paz. Los legisladores alemanes, presionados por Pistorius, entre otros, votaron a favor crecer el ejército y aportar a la defensa. Desprenderse de EEUU y protegerse de Rusia fue la justificación.
Apenas unos 3000 ciudadanos han mostrado algún interés en los últimos tres años de asistir a la guerra; van allí movidos por desilusiones y algún beneficio, una minoría está allí por “amor a la patria”, “por gusto” pero no saben ni han tenido capacitación, tardarán en estar listos, sin ninguna gesta militar serán apoyo de servicio y soldados de combate al menos en conocimiento no antes de dos años.
Un recluta debe aprender a ser soldado, sin miedo, caminar intensamente bajo el sol y el agua, el frío y el calor, el hambre y los frentes de guerra, por cielo que ven y la mar que apenas reconocen, correr con mochilas de 5 kilos llevando su comida, lavarse con ropa, dormir con mosquitero y hacer suyo un fusil de 15 kilos, aguantar el sudor, la suciedad, la falta de sanidad y la dignidad de los mejores servicios humanitarios… ¿En serio querrán estar dispuestos a ello?
Y si ingresan, vendrá lo puro emocional: vivir alejado de la familia, disparar un arma, entender el sometimiento, sin autonomía y hasta sin libertad. Solo el 45% de los alemanes concuerda con los objetivos que conllevan el gasto en defensa y adicional destinar hasta un del 5% del PIB a la OTAN; el 37% está en contra y el 18% está indeciso, un porcentaje que debería terminar favoreciendo los tiempos de paz en vez de la vergüenza de la guerra.
Los medios plagados de titulares de propaganda invitan al voluntariado; ya Pistorius, ante el primer revés, propone un reclutamiento híbrido de aceptación, voluntario y necesario. Alcanzar el medio millón de soldados no será fácil; al final, la obligatoriedad se impondrá. ¿Lo permitirán los alemanes?
El esfuerzo de Bundeswehr (es el nombre que reciben las fuerzas armadas alemanas) por enfatizar vínculos históricos con combatientes de resistencia y posicionarse como defensores de valores liberales; los grupos de extrema derecha alemanes siguen considerando al ejército del país como propio y, en caso, intentan trivializar y hasta negar el Holocausto.