El inicio de cada año brinda la oportunidad de hacer un balance de los objetivos alcanzados y los pendientes, así como de las acciones y cambios necesarios para lograr aquellos que aún no se han conseguido. En el año 2024, los departamentos y los municipios del país, con la llegada de los nuevos gobiernos, tendrán la oportunidad de priorizar objetivos para sus territorios. Podrán definir acciones específicas, como programas y proyectos concretos, con los que conseguirán acercarse a lo que quieren que sus territorios sean: lugares con oportunidades económicas, con menos problemas de inclusión social, que cuiden sus ecosistemas; y por supuesto, en donde la gente no sienta hambre. Es crucial considerar ciertos principios en la planificación del desarrollo.
En algunas ocasiones, cuando nos planteamos metas y hábitos que queremos adquirir durante el próximo año, estamos pensando en una visión de nosotros mismos qué queremos conseguir a largo plazo, una que sabemos no lograremos en un año, pero que esperamos ir construyendo de a poco. De manera análoga, cuando hacemos planeación del desarrollo de nuestro territorio, estamos pensando en metas y actividades que podremos implementar en al menos 4 años, pero que contribuirán a una visión a más largo plazo del lugar que habitamos y al que estamos arraigados.
Un buen ejemplo de esto, es el tema de alimentación. El reto es avanzar en los próximos años con proyectos y metas específicas, que atiendan a necesidades urgentes y a las capacidades de procurarse alimentos de manera sostenible, ya que es un tema que aporta de manera fundamental a la calidad de vida de los habitantes de un lugar a largo plazo. Esto es así, porque una generación mejor alimentada tiene mayores posibilidades de generar ingresos en el futuro y desarrollar a plenitud sus capacidades para la vida. Un hogar que está respaldado en momentos de crisis alimentarias no perdería sus ahorros, y otros activos, que contribuyen a sus posibilidades futuras, como ha mostrado la evidencia que ha sucedido en las últimas crisis alimentarias.
De la misma manera que, debemos conocernos a nosotros mismos para saber lo que queremos para nuestra vida, lo qué podemos lograr y con qué contamos para hacerlo, tener un conocimiento adecuado de las limitaciones y potencialidades de nuestro territorio nos permite identificar enfoques estratégicos para lograr múltiples objetivos de desarrollo simultáneamente y en coherencia a las características de este. Hacer conciencia de las prioridades, las restricciones, los recursos con los que contamos, los actores a los que podemos involucrar, las lógicas con las que se relacionan, y entender que el territorio es un sistema de relaciones y sectores y no solo individuos que están descoordinados, contribuye a nuestros ejercicios de planeación territorial.
Una manera adecuada de conocernos colectivamente es participando. Los escenarios participativos, que generan insumos para los próximos planes de desarrollo, nos ayudan en este proceso de conocer las dinámicas de un territorio, establecer prioridades y comenzar a identificar y articular estrategias para lograr nuestras metas. En el caso de las estrategias para el acceso y la producción de alimentos, conocer el sistema territorial puede iniciar por hacernos preguntas como: ¿con qué activos cuenta nuestro territorio para la transformación y generación de valor agregado? ¿Qué líneas productivas ya están consolidadas? ¿Cómo podríamos incluir a la población vulnerable a sentir hambre en estas? ¿Tenemos infraestructura subutilizada en la cadena alimentaria (plazas de mercado, centros de acopio, empaquetado, transformación, abastos)?
Planear el futuro en medio de la incertidumbre requiere que seamos ambiciosos, ¿Dónde está la ambición en la planeación del desarrollo territorial? ¿Está en plantear muchos objetivos en múltiples frentes importantes? Una propuesta alternativa es identificar espacios de planeación que superen los límites tradicionales; por ejemplo, planear más allá de un solo sector o una sola cadena productiva, más allá de la visión de corto plazo e incluso por encima de los límites político-administrativos. Un ejemplo de esto en temas de seguridad alimentaria son los espacios de intervención suprarregionales y de planeación especial. Es posible la formulación de un plan de Abastecimiento Alimentario que reúna 3 o más departamentos. Así como, proyectos de infraestructura y productividad que permitan la convergencia de recursos para proyectos de inversión ambiciosos con efectos en múltiples departamentos.
Rimisp – Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural, con ánimos de aportar a las nuevas acciones que definirán el futuro de los territorios, suma su experiencia en desarrollo territorial e investigación en temas de seguridad alimentaria y presenta la cartilla “Superar el hambre desde los territorios – Recomendaciones para incluir el derecho a la alimentación en los planes de desarrollo en Colombia”. Este insumo contiene recomendaciones e ideas prácticas para que los próximos gobiernos locales puedan incluir proyectos para procurar mejorar la alimentación en sus territorios y avanzar en los próximos años en una visión del territorio en donde el hambre no sea un impedimento para el desarrollo integral de la población.