EEUU e Israel promueven un alto el fuego, el regreso de los rehenes, la retirada israelí y la reconstrucción / El plan de 20 puntos de Donald Trump parece más una ocupación que una liberación por la paz / La generalización del conflicto y punto final carece de detalles y oculta numerosos obstáculos, aunque pretende parecer completo y una negociación seria, no lo es / Lo primero será cambiar aplausos por compromisos.
El plan de 20 puntos es traído de proyectos anteriores, sin componentes factibles, mapas, cronogramas, verificación por fases y propiedad local real; corre el riesgo de ser un espectáculo efímero y no una paz duradera.
En teoría, se busca un alto el fuego, liberación de rehenes y presos, retirada y desarme de Hamás y, el actuar de una fuerza multinacional de estabilización.
Lo grave no es solo el contenido, sino la forma: ninguna voz palestina ha sido tenida en cuenta. Ni Hamás, ni la Autoridad Palestina, ni representantes sociales de Gaza han participado. Un borrador firmado entre la Casa Blanca y Tel Aviv que entrega la soberanía de 2,2 millones de personas a una junta internacional presidida por el propio Trump y con la participación de Tony Blair, recordado en Oriente Medio por su papel en la invasión de Irak.
El intercambio debe ampliar los corredores de ayuda humanitaria, proteger convoyes, verificar y estabilizar en zonas de reconstrucción, hospitales, escuelas y sistemas de agua y electricidad. Lo más básico para salvar vidas.
El plan no debe verse como una rendición; la exigencia fracasa cuando un actor armado renuncia a su influencia antes de que existan garantías políticas creíbles y protecciones de seguridad.
Una «retirada» que se acompaña de la continuación del control del perímetro, el espacio aéreo, los cruces fronterizos o las excepciones de seguridad, provoca un mensaje de ocupación bajo un nuevo actor.
Las declaraciones son más alborozadas que los mecanismos y la misma aplicación de la ley. Sin responsabilidades definidas para los garantes, sanciones aplicables y una logística preestablecida, las promesas se convierten en propaganda de prensa.
La Autoridad Palestina no puede estar al margen de las condiciones previas y la secuenciación para que fluya la implementación. El Plan no brinda lo que los palestinos esperan: autodeterminación y participación en su futuro. Una solución exclusiva para Gaza parece un simple gesto simbólico, nada sustancial. Medios de Israel intuyen una intencionalidad de poder de veto de facto y una anexión de facto.
El Plan no incluye a Jerusalén y Cisjordania desde el inicio. La ONU declara que los asentamientos de Israel en estos lugares carecen de validez legal y violan el derecho internacional. La violencia generalizada de los colonos y las restricciones de acceso que deterioran cualquier negociado.
El criterio político debe primar en la verificación de las desmovilizaciones y territorios recuperados, ingreso de ayudas, acciones en hechos y no en manipulaciones.
Los estados garantes del plan deben especificar: ¿Quién hace qué en caso de qué? Los incumplimientos traerán sanciones y congelamiento de fondos para la población palestina; recordemos que los líderes de Hamás no viven en Gaza y llevan vida de multimillonarios en el exterior. Entonces una autoridad de verificación y respuesta inmediata, sin tanto teatro y sin tanta burocracia, será definitiva.