La OTAN, resucitada de su precariedad y anonimato, quiere hacerse ver poderosa. Junto a UE fabrica sanciones y parece obligada por el presidente de Ucrania Voldymyr Zelensky, puesto allí para contragolpear una clase dominante, inepta y corrupta que por años ha provocado con sus actos el desmembramiento del país.
Zelensky no es un estadista, ni un líder político o militar, es un hombre con relativo éxito en el teatro. Sus actuaciones como presidente y frente al escenario de la actual guerra son patéticas. Si bien llegó a la presidencia apoyado por un país perdido en su propio rumbo, no es menos cierto que el peor escenario al que pudo subirse ha sido el de la guerra con Rusia. Sin ideas, sin diplomacia y sin conocimiento, su frágil posición fue usada por el poder de EE. UU. y la UE para provocar una situación de guerra que Rusia no desatendió. Zelensky quiso obligar a la UE a la inclusión de Ucrania en la agónica y desestimada OTAN. Su solicitud caldeo los ánimos y provocó el rompimiento del pacto de no agresión. Llevó injustamente a su país a una guerra a la que ahora está invitando no sólo a Europa sino al mundo.
El escenario provocado por Zelensky tiene ahora múltiples presiones que van a depender de las sanciones mutuas que se impongan la UE y Rusia. No será fácil, ¿Cuándo la UE desde la OTAN tomará las decisiones por sí misma y no por la influencia de Ucrania que ni siquiera es miembro de esta? ¿Cómo asume la UE desde la OTAN los compromisos de buena parte del mundo de condenar la guerra, pero no las sanciones a económicas a Rusia?
En Latinoamérica, si bien existen diversas posiciones entorno a la guerra, ninguna economía está dispuesta a claudicar los acuerdos comerciales con rusia.
¿Tiene la UE el suficiente poder económico para soportar la respuesta a las sanciones que impone a rusia? La guerra somete a millones de europeos a una crisis económica de hogar que abruptamente es golpeada por una inusitada alza en los productos básicos de sostenimiento.
Pronto las protestas sociales en toda Europa cambiarán de destino, no serán contra Rusia, serán contra sus propios gobiernos, salidos de forma y agregados a una guerra a la que nunca debieron entrar. Al terminar si es que termina, todos querrán beber su victoria en las tierras de Ucrania, cada uno reclamará el derecho a rehacer el país y Ucrania seguirá a la deriva y sin identidad.