En una sociedad moderna resulta inadmisible el clima de convulsión con el que los actores políticos en el contexto del devenir histórico hacen vivir en amargura a la sociedad / Somos una sociedad peligrosamente ignorante de la política y a merced de las narrativas mediáticas.

Los relatos hegemónicos que enfrascan a la sociedad en una confrontación en la que se paga incluso con la vida tiene culpables definitivos enquistados en la clase política.
El debate político que casi nadie entiende porque es una maraña de leyes, decretos y especulaciones producen desde el periodismo servil encuadres narrativos unilaterales, omisión selectiva, desconocimiento del contexto histórico cambiados por explicaciones simplistas y ridículas cargadas de contradicciones en la que sólo hay buenos y malos.
Es claro que el poder político influye y controla, pero además integra aliados mediáticos que pueden resultar poderosos y peligrosos. Las mangualas históricas de lideres políticos de diferentes partidos con sectores del periodismo ha sido una puerta giratoria permanente, movida por el interés, la esperanza y la desilusión.
En 1979 las letras de Álvaro Absalón Becerra en “Al pueblo nunca le toca” conocimos el reitere del nexo íntimo del poder y la enajenación del pueblo por la política. En 2016 “Numero Cero” de Umberto Eco, denuncio un contexto en el que el periodismo actúa como una máquina de poder para crear presión, desacreditar a políticos y rivales, crear informes, dosieres, noticias falsas y complots. Hoy, en la era de la información, la instrumentalización del periodismo es total, interviene en la opinión pública, desinforma, desestabiliza adversarios, legitima acciones propias y vulnera derechos fundamentales.
Los medios han cedido su espacio de credibilidad y seriedad a la acometida de la propaganda que compite en las redes sociales y que actúan como amplificadores construyendo relatos que, bajo la fórmula de uno por tres, tres por diez, diez por mil producen equívocamente una verdad.
Las dificultades del periodismo además tienen que ver con el intento por aproximarse a la realidad, ello conduce a censura, criminalización y para todos los que se salen del relato oficial, la manipulación de algoritmos que ahogan la información que se entiende como alternativa, o que va en otro sentido.
La prensa independiente considera como un asesinato social los mecanismos para destruir en forma sistemática la identidad, la dignidad y la profesión de cualquiera que se atreva a controvertir posiciones extremas de la política y sus gobiernos. ¿Acaso, tienen derecho a seguir amargando la vida de las gentes de todo un país?