Las supuestas órdenes del secretario de defensa de EEUU Pete Hegseth al comandante de Operaciones Especiales en el Caribe frente a presuntos narcotraficantes. ¿Están marcados? ¿Están determinados como narcotraficantes y deben morir?
La moralidad, que es la distinción entre el bien y el mal, intermedia con arrojo al suponer que los ocupantes de lanchas rápidas sean narcotraficantes y estén en contra de la ley; ello les devolverá una respuesta rápida de muerte. En 2025, por orden del presidente Donald Trump, al menos 80 personas han muerto en más de 20 ataques bajo el argumento de cargueros con droga para ingresar al mercado de EEUU.
El Departamento de Justicia de EE.UU. ha informado al Congreso que el Gobierno de Trump puede continuar ejecutando ataques militares letales contra presuntos narcotraficantes sin la aprobación del Congreso y que la administración no está sujeta a una ley de poderes de guerra que tiene décadas de antigüedad.
Sin principios ni garantías, supuestos narcotraficantes o pescadores inofensivos en una guerra abierta, todos son enemigos, sin protección legal y con tratos mediante lenguajes agresivos que justifican su muerte en medio de ataques explosivos, en varios casos sin demostraciones de carga ilegal. Resulta obvio que lanchas con motores fuera de borda a velocidades fantásticas con pasajeros que desestiman a las autoridades pagan con su vida. «Todo traficante que eliminamos está afiliado a una Organización Terrorista Designada», escribió Hegseth en X. EEUU, autoridades y civiles son concordantes en seguir un patrón histórico justificable, la defensa de la seguridad nacional.
Escribe Martín Di Caro en el medio Responsable Statecraft sobre la obra de Michel E. Neagle, “Persiguiendo bandidos; la larga guerra de EEUU contra el terrorismo”; se revela la constancia de términos “que connotan criminalidad, incivilidad e ilegitimidad tanto de causas como de medios”, como bandidos, salvajes, guerrilleros y terroristas. Son términos despreciativos e insultantes que Neagle condiciona para uso de apoyo popular y político en EEUU y al mismo tiempo para justificar intervenciones: “Una de las trágicas ironías de la Guerra contra el Terrorismo es que cuanto más se prolongaba el conflicto, más se multiplicaba el extremismo”.
A la muerte del narcotraficante y criminal Pablo Escobar, otros cárteles colmaron su vacío, se multiplicaron hasta llevar a Colombia a ser líder mundial en la producción de coca y cocaína. Según la DEA, más del 90 % de la cocaína que ingresa hoy a EEUU proviene de Colombia.
EEUU siempre ha determinado quién está moralmente descalificado; justifican sus acciones en el solo hecho de no debilitar la determinación de los líderes de defender el país. La cifra de la cocaína colombiana en el mercado estadounidense y la histórica posición de defensa hace que la administración Trump ataque a los renovados carteles de narcotráfico que incluye de alguna manera a los presidentes Nicolás Maduro de Venezuela y Gustavo Petro de Colombia considerados despreciables enemigos de la tranquilada de los estadounidenses.
Neagle, correr el velo, “Sostengo que estas descripciones peyorativas han tenido dos utilidades distintas: una, para generar apoyo popular y político en EEUU al insinuar distinciones culturales que sugerían o reforzaban un sentido de superioridad estadounidense, y dos, para justificar incursiones en el extranjero que otorgaron a EEUU mayor influencia en lugares de interés estratégico”.
Neagle anima en su obra a no perder la realidad, los estadounidenses no escapan al miedo de consecuencias imprevistas y nunca descartan acciones contra inofensivos o malvados que sean sus enemigos.




