Nicolás Petro ha de tener suficientes motivos para destrozar a su padre Gustavo, actual presidente de Colombia. El Hijo mayor del presidente acusó al mandatario de haber recibido dineros del narcotráfico en su campaña presidencial. La misma historia de antecesores en la primera magistratura del país latinoamericano.
Y fiel a esa característica que parece hacer carrera, el propio Gustavo Petro dice que no va a renunciar por que a él no lo eligió el narcotráfico sino el pueblo. Gustavo Petro no sólo acepta alguna posibilidad delictiva en el asunto, sino que de paso pretende poner de cómplices a sus electores.
Las motivaciones del joven Petro para “matar a su padre” conducen a circunstancias de análisis y contenidos más allá de la mitológica metáfora de Sigmund Freud, casos en que el camino elegido por el hijo revela la intención de romper todo tipo de vínculo con la trayectoria del padre.
La vida, las ideas o los principios del hijo son una negación de los del padre, quien, en algún momento, pretendió inculcarle o se los mostró con su ejemplo.
“Matar al padre” concluye el rompimiento de la paterna representación social pero no de la genética influyente.




