Definitivamente, como las cigarras hacemos historia; los hechos trascendentales ahora son de conocimiento e impacto inmediato. Es emocionante; asistimos a tiempos fantásticos y la ambición de reconocimiento nos incluye hasta lo absurdo y vergonzoso; el desconocimiento puro se confunde con rebeldía y esta lleva odio e ira; juntas trazan un escenario justo para la manipulación y la vigilancia.

Hemos permanecido inmersos en acudir a la paciencia de Job, a la adaptación y a la espera, a los sufrimientos insoportables entre extremos y adversidades sin perder la esperanza, porque al final, el odio y la ira también suelen ser virtudes. Hay que hacer algo más.
Buscamos en personas más inteligentes respuestas a preguntas recónditas que sean el inicio de la comprensión histórica de los hechos casi siempre arrancados de su realidad; silenciados de la voz, pero no del espíritu.
En el mundo actual, asistimos a la verificación de Occidente expandiendo la guerra antes que la diplomacia; asistimos al extravío de juicios críticos humanitarios, al crecimiento populista del poder y a la comunión mediática con la mentira. Poner el dedo en la llaga y hacernos más cuestionables, provocar enfados propios y de otros; al final, intentan hacer creer que todo es una risa porque se cuenta con hipérboles.
La prensa libre e independiente sigue un modelo lento y curado, con audiencias selectivas y muy reducidas; ofrece precisión y fortaleza, cuestionamientos al poder y los sistemas de dominio que incluyen medios de comunicación que dejaron en gran medida la historia, hasta que no pudieron evitarlo.
Un análisis de la cobertura muestra la sorprendente falta de interés hasta ahora, en atención a que la razón última del pensamiento crítico es su misma negación. Cualquier análisis geopolítico, sin favorecer la postura oficial, pone la libre expresión contra la corriente. Eso es una suerte y una desgracia. He visto cómo cada vez somos menos ignotos cuando se rema en contra; otros no alcanzan a entender por miedo a la exclusión, pero es más descorazonador saber de otros que construyen narrativas para desviar con información a la culpabilidad; es criminal.
En una guerra como la de Ucrania o la hambruna en Gaza, que no importan, importa el ¿por qué?, ¿cómo?, ¿cuándo?… En el caso de esa guerra, es obvio que Rusia violó la soberanía y el derecho, pero ¿por qué? Son tan relevantes las causas como las consecuencias. En Gaza sucede lo mismo; la cobertura mediática sigue desviando en gran medida la atención de la responsabilidad. La crueldad de ambos escenarios en medio del suplicio por el final destaca que ya no importa quién atacó primero; importa el ¿cómo? y el ¿cuándo? y, más… la cobertura seria al asunto, que obliga lentamente al ingreso de más medios occidentales a prestar la atención que se merece y la rendición de cuentas mediante la decisión de investigar, interpretar y exponer en exigencia sin miedo a la supresión y a otros miedos.
Las narrativas mediáticas de Occidente han estado determinadas por la creación de relatos con una abierta contradicción con la realidad. La propaganda ha alimentado la ceguera ideológica desde múltiples organizaciones como la intervenida USAID; en casi 50 años destinó millones de dólares para comprar medios y contratar “periodistas” en todo el mundo. Nos contaron lo que debían contar, que era lo que les ordenaban contar.
El juego vía editorial, de titulares y medias palabras, de debates direccionados con guiones que establecen el solo deseo de una conformación de reconfirmación, la ausencia de curadores, analistas e investigadores, la proliferación de periodistas adventicios, profesionales mal pagados y líderes silenciados, todo sin preguntas, sin ganas. Todo muy dirigido, hace que sea más cómodo ir con la corriente y hacer audiencias sin producto de fondo; pocos buscan más allá. Así, la gente tampoco está interesada.
No basta con la paciencia de Job, tampoco cierta credibilidad en fuentes ampliamente consultadas; para la prensa es otro gran momento. Con habilidad e inteligencia, desafiar el avance tecnológico, las redes sociales, la economía, los hábitos de consumo, formar opinión pública, defender el estado de derecho, adaptarnos y reinventarnos ante la soberbia con que el poder se manifiesta. Medios de occidente relativamente sólidos, ampliamente consumidos, parecieran querer cambiar, por su propia vergüenza. O quizás estén cambiando el guion informativo para dar continuidad a la manipulación física, psicológica y emocional bajo una vigilancia que deteriora la confianza, la privacidad y la libertad como individuos.