En las guerras, las historias son de dos tipos las evidentes que se cargan de información visible, victimas, destrucción, bombardeos… y están las historias ocultas, el engaño, la mentira, la seducción y las negociaciones ultrasecretas.
En las primeras están los hechos sin descarte propios de una guerra, narrados desde la creativa visión y el interés mediático que es el político. Las cifras son inventadas y con aproximaciones delirantes.
Historias que rompen el corazón, participantes fingidos, guiones de dolor y odio que trascienden el miedo porque es un fin de la guerra. Escenarios de horror, armas y combatientes en asistencia a la devastación y el terror. Pasa de todo y todos son tan humanos como irracionales e insensibles, ataques sin compasión reflejados en espejos de verdad protegidos por escudos de mentiras.
Historias que se ven, historias de un país sin identidad, despedazado en sus cimientos por la corrupción, un país imposible que ahora exige un trato no ganado, que exige desde su victimización y que ha sido imposible de controlar desde sus mismos intestinos.
Historias de la insensatez del hombre con el hombre. 86 días de crueldad vendida al mundo con perspectivas encontradas, el acto de la antesala al horror, la imagen del poder actuante, la diplomacia disfrazada, la elocuencia de la locura salvaje contra la miseria de los inocentes.
Y las historias ocultas, las que son determinadas en el silencio del poder, escenarios con actores sin contrato, acuerdos circunstanciales, pactos irrompibles, conjugación de economía y tragedia como sustentáculos del poder, escenas de control y contratación en la reconstrucción de lo destruido. Historias con guiones que esconden el final, pero que avanzan en la necesidad del protagonismo y vigilancia, sólo ellos saben cuándo parar.
Las historias visibles corren en millones de dólares que un supone sabrán usar en aquellos que huyen de las balas y caen de hambre y frio.
Pero a veces los guiones de las historias se pierden, fallan, se truncan, a esa historia invisible hoy se le visibilizo una página. Los 40 mil millones de dólares que ofreció el congreso de EE. UU servirán para mantener los frentes del gasto de la guerra al menos cinco meses. La guerra por ahora no va a parar, sólo ellos saben cuándo. Ya hicieron su inversión.